La carrera por la inteligencia artificial ha dejado de ser una apuesta futurista para convertirse en el motor principal del gasto de las grandes tecnológicas. Meta, Alphabet, Amazon y Microsoft se encuentran inmersas en una dinámica que transforma la manera en que destinan sus recursos: lo que antes eran ciclos de inversión estratégicos ahora se ha convertido en un gasto continuo y acelerado que supera cualquier precedente en la industria.
De acuerdo con proyecciones recientes, en 2025 estas cuatro compañías podrían destinar en conjunto entre 350.000 y 400.000 millones de dólares en inversiones de capital, principalmente para construir y escalar centros de datos especializados en IA. La magnitud es reveladora: se trata de más del doble de lo invertido hace apenas dos años y constituye la señal más clara de que la IA no es solo una innovación más, sino una infraestructura que redefine las bases del negocio digital.
La nube como campo de batalla
El sector de la computación en la nube, con un valor estimado de 400.000 millones de dólares, es uno de los epicentros de esta ola de gasto. Amazon, con AWS, y Microsoft, con Azure, han intensificado sus planes de expansión para ofrecer soluciones de IA que consoliden su liderazgo. Alphabet, por su parte, busca fortalecer a Google Cloud con modelos más potentes y accesibles. La estrategia es clara: quien controle la infraestructura que sostiene la IA controlará también buena parte de los futuros flujos de negocio digital.
Meta y la apuesta por la “superinteligencia personal”
Mientras tanto, Meta ha optado por una visión distinta. Sus inversiones no solo se concentran en el soporte de infraestructura, sino también en la integración de IA en productos orientados al consumidor. Mark Zuckerberg ha sido explícito en su objetivo de desarrollar una “superinteligencia personal” que transforme la manera en que los usuarios interactúan con sus plataformas. Este enfoque revela cómo la IA se convierte en un elemento central para sostener el negocio publicitario de la compañía, al tiempo que abre la puerta a nuevos modelos de interacción digital.
Lo interesante es que cada anuncio de inversión genera un efecto dominó: la presión para no quedarse atrás obliga a la competencia a elevar su propio gasto, alimentando lo que algunos expertos ya denominan una “espiral infinita de inversión”. En este contexto, el riesgo de no apostar lo suficiente en IA equivale a perder relevancia en un mercado que evoluciona con rapidez.
Apple, la excepción llamativa
Sin embargo, no todas las grandes tecnológicas están en la misma sintonía. Apple, históricamente reconocida por su capacidad de integrar hardware y software de manera impecable, se muestra rezagada en este terreno. Su inversión en capital alcanzó 3.460 millones de dólares en el último trimestre, una cifra que representa un crecimiento anual, pero que sigue siendo baja comparada con los gigantes de la nube. Además, sus recientes lanzamientos con funciones de IA no han logrado generar el mismo entusiasmo que sus competidores, lo que alimenta la percepción de que la compañía está llegando tarde a la revolución.
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