El cambio en el código de vestimenta de Starbucks, que entró en vigor el 12 de mayo, acaba de escalar a los tribunales. Trabajadores de la cadena de café en Illinois y Colorado presentaron demandas colectivas acusando a la compañía de violar la ley al imponer nuevas reglas sin reembolsar los gastos de ropa y calzado que ellos tuvieron que cubrir de su bolsillo. En paralelo, empleados en California interpusieron quejas ante la Agencia de Desarrollo Laboral, con la intención de convertirlas también en acciones legales si no se imponen sanciones.
El sindicato Starbucks Workers United respalda las denuncias, aunque formalmente no es parte de estas demandas. El trasfondo: un conflicto que se suma a la larga batalla de sindicalización en la que ya se han afiliado más de 640 de las 10 mil tiendas de la empresa en Estados Unidos.
La queja de los empleados
Bajo el nuevo código de vestimenta, todos los trabajadores deben usar camisas negras lisas de manga corta o larga, jeans o pantalones caqui sin desgaste, vestidos negros discretos y zapatos en colores sobrios, fabricados en material impermeable. Además, se prohíben tatuajes faciales, más de un piercing y el maquillaje “teatral”.
Aunque la empresa afirma que entregó dos camisetas gratis a cada empleado como parte de la transición, muchos trabajadores aseguran que tuvieron que gastar de sus propios ingresos en zapatos y prendas específicas. “Es una total insensibilidad por parte de la empresa esperar que rediseñemos completamente nuestro vestuario sin compensación alguna. Muchos de nosotros vivimos de sueldo en sueldo”, dijo Brooke Allen, estudiante y empleada de Starbucks en California, quien tuvo que desembolsar más de 140 dólares para cumplir con las reglas.
Otros empleados, como Gilbert Cruz en Illinois, incluso solicitaron reembolsos de apenas 10 dólares —en su caso, por el retiro de un piercing en la nariz— y fueron rechazados.
Ante eso, Starbucks argumenta que la actualización del código busca reforzar la identidad de marca, hacer que los delantales verdes resalten y crear una sensación de familiaridad para los clientes. La empresa también sostiene que las nuevas pautas dan mayor claridad a los trabajadores y generan uniformidad entre miles de sucursales.
Sin embargo, el costo de esa “consistencia visual” está en el centro de la polémica. Las demandas aseguran que el gasto en ropa beneficia principalmente al empleador, y por lo tanto debería ser reembolsado bajo las leyes estatales.
En Colorado, además, la legislación prohíbe expresamente que los empleadores impongan gastos sin consentimiento por escrito, lo que abre la puerta a sanciones adicionales.
El caso refleja un debate más amplio en el sector de servicios en EE.UU.: hasta qué punto las empresas pueden imponer reglas de presentación personal sin cubrir los costos asociados. En industrias con alta rotación y salarios bajos, incluso gastos relativamente pequeños pueden convertirse en un factor de tensión laboral.
Expertos laborales señalan que, si los tribunales fallan a favor de los trabajadores, Starbucks podría enfrentar no solo indemnizaciones millonarias, sino también un precedente que afecte a otras cadenas de retail y comida rápida con códigos de vestimenta estrictos.
Mientras tanto, la marca intenta equilibrar su narrativa de hospitalidad con la presión legal y mediática. Lo que está en juego no es solo su política de uniformes, sino la percepción pública de cómo trata a sus “socios”, como denomina a sus empleados.
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