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De acuerdo con McKinsey & Company, a nivel global, el 73 % de los consumidores prioriza el precio por encima del país de origen al momento de comprar.
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En EE. UU., la inflación ha hecho que el 52 % de los consumidores reduzcan el consumo de productos premium o nacionales, buscando alternativas más asequibles.
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Aunque las generaciones jovenes valoran el consumo responsable, también son más escépticas: solo el 34 % de los menores de 35 años en EE. UU. considera el país de origen como un factor clave de compra, refiere Pew Research Center.
Desde siempre, el consumo de productos nacionales en Estados Unidos ha sido un símbolo de orgullo patriótico y apoyo a la economía local, teniendo en cuenta que el país ha sido pionero al representar marcas auténticas y únicas en el mercado. Sin embargo, esto ha ido cambiando y las prioridades han ido cambiando, un estudio ha demostrado que este entusiasmo está comenzando a disminuir en medio de un contexto económico más complejo y una sensibilidad creciente hacia el precio.
Según el informe “Made in America 2025” realizado por Morning Consult, tan solo el 40% de los estadounidenses estaría dispuesto a pagar un extra por productos fabricados en Estados Unidos, una cifra que refleja un claro descenso en la disposición a invertir más por artículos nacionales. Aunque el 59% aún busca comprar productos “Made in USA” al menos ocasionalmente, esta proporción ha caído seis puntos respecto al año anterior, un descenso significativo teniendo en cuenta que el país cuenta con más de 250 millones de adultos.
Este cambio no es aislado ni exclusivo de un grupo demográfico: el estudio detalla que tanto generaciones jóvenes como mayores, mujeres y hombres, así como distintos perfiles políticos, están mostrando un menor interés por priorizar productos nacionales y menos disposición a pagar un precio premium por ellos. Este hecho ocurre en paralelo con una creciente preocupación por el valor real y el precio justo, en un momento en que el poder adquisitivo de los consumidores está más ajustado.
Más allá de las consideraciones políticas, la realidad para las marcas es preocupante, ya que menos del 50 % de los consumidores estadounidenses están dispuestos a gastar más por artículos producidos en su propio país. De quienes sí aceptan pagar un extra, la mayoría limita ese aumento a no más del 10 %, lo que indica una baja inclinación a pagar un precio considerable por productos nacionales. Esto representa un reto importante para las empresas que buscan impulsar sus ventas destacando la fabricación local.
Y es que, en un contexto que está cada vez más globalizado, el comercio local se destaca como una alternativa sostenible y favorable para la economía del país, y es que desempeña un papel fundamental en el desarrollo social de una comunidad. Al apoyar a las empresas locales, se generan ingresos y empleo en la región, lo que a su vez ayuda a reducir la dependencia de las grandes cadenas comerciales extranjeras. Además, se fomenta la diversidad de productos y servicios y preserva la identidad cultural, promoviendo una mayor interacción social entre los residentes de una comunidad.
De acuerdo co datos de la macroencuesta realizada por Statista Consumer Insights, cuando se trata de comprar alimentos, elegir productos nacionales es uno de los criterios más importantes únicamente para el 11 % de los estadounidenses, siendo uno de los países más bajos en este aspecto, teniendo en cuenta que a nivel global, en Austria hay un interés por consumir local del 49 % siendo el país líder que prioriza los productos nacionales.
Es importante tener en cuenta que esta tendencia no es exclusiva de Estados Unidos. Datos de McKinsey & Company señalan que a nivel global, los consumidores están priorizando el valor por su dinero frente a factores como el origen del producto, especialmente por razones que tienen que ver con la inflación, la incertidumbre económica y los cambios en los hábitos de consumo.
Es así que el sello “Made in USA” continúa siendo relevante, pero enmarcado dentro de un enfoque estratégico más amplio, donde el origen es un valor complementario y no el eje principal del discurso comercial. Por lo tanto, las marcas deberán replantear su posición para mantener la preferencia del consumidor.
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