La industria de la belleza enfrenta un nuevo parteaguas. A partir del 1 de septiembre entró en vigor en toda la Unión Europea la prohibición del TPO, un fotoiniciador presente en gran parte de los esmalte de uñas en gel que durante dos décadas revolucionaron la manicura al ofrecer brillo extremo y duración de hasta tres semanas. La medida no es menor: Europa marca la pauta en regulaciones cosméticas y, según cifras de Cosmetics Europe, la región concentra un mercado de más de 80 mil millones de euros anuales en productos de cuidado personal.
El óxido de trimetilbenzoil difenilfosfina, conocido como TPO, ha sido catalogado por la Agencia Europea de Sustancias Químicas como cancerígeno, mutagénico o tóxico para la reproducción. Estudios realizados en animales mostraron efectos negativos en la fertilidad, lo que bastó para que Bruselas decidiera erradicarlo de todos los cosméticos. Antes de la prohibición, el compuesto solo podía usarse de forma profesional y en concentraciones no mayores al cinco por ciento, pero ahora quedó completamente fuera del mercado.
El impacto en los salones de uñas europeos ha sido inmediato. Negocios pequeños y cadenas de estética aseguran que no tuvieron tiempo suficiente para sustituir inventarios, pues la decisión se anunció oficialmente en mayo de 2024 y apenas en junio de este año se reveló la fecha límite. La Comisión Europea no otorgó prórrogas y ordenó eliminar sin excepciones las existencias que contuvieran la sustancia. El golpe financiero es relevante en un sector que genera más de 400 mil empleos en la región, según datos de Eurostat, y que depende en gran medida de servicios de manicura en gel.
¿Qué pasa en México?
Mientras Europa avanza con un criterio de precaución, en Estados Unidos y México el TPO sigue sin regulación específica. En territorio estadounidense, el Chemical Abstracts Service lo mantiene autorizado para uso cosmético, y en México la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) no ha emitido hasta ahora ninguna restricción. Esto abre la puerta a que productos con TPO se sigan comercializando libremente, lo que plantea un dilema de seguridad para millones de consumidoras. La Asociación Nacional de la Industria Cosmética (CANIPEC) estima que en México más del 60 por ciento de las mujeres urbanas de entre 25 y 45 años han probado al menos una vez esmalte en gel, y un 35 por ciento lo utiliza de forma habitual.
El debate sobre los riesgos no se limita al TPO. Especialistas advierten que el uso de lámparas de luz ultravioleta o LED para curar los esmaltes incrementa la exposición acumulativa a radiación, con un potencial impacto en el desarrollo de cáncer de piel. De acuerdo con la Skin Cancer Foundation, las personas que se someten a manicuras en gel con frecuencia mensual durante cinco años podrían experimentar niveles de exposición equivalentes a más de 10 sesiones de bronceado artificial. A ello se suman complicaciones como debilitamiento de la lámina ungueal o infecciones bacterianas, como la causada por Pseudomonas, responsable de la llamada “uña verde”.
Los fabricantes han comenzado a responder. Marcas internacionales de gran alcance en México ya desarrollan alternativas libres de TPO. OPI, Manicurist y Aprés Nail han colocado en el mercado sistemas de gel certificados como seguros en Europa. Sin embargo, la transición no será inmediata: la cadena de suministro necesita ajustes y la sustitución de químicos exige reformulación, pruebas de estabilidad y aprobación regulatoria. En este proceso, los costos también tienden a aumentar, lo que puede encarecer el precio final de los servicios.
Más allá del esmalte, el caso del TPO refleja la creciente tensión entre innovación cosmética y seguridad sanitaria. Si bien la prohibición europea se fundamenta en datos aún limitados sobre humanos, la política del “principio precautorio” ha sido históricamente una de las más estrictas del mundo. De hecho, la UE ya ha vetado más de mil 300 ingredientes en cosméticos, mientras que en Estados Unidos la lista de prohibiciones no rebasa las 30 sustancias.
El mercado global de uñas en gel, valorado en más de 25 mil millones de dólares en 2023 según Grand View Research, podría enfrentar una disrupción significativa. Europa representa casi una cuarta parte del consumo mundial, y el vacío regulatorio en América podría derivar en un efecto dominó que obligue a otros países a endurecer sus normativas.
Para las consumidoras mexicanas, la noticia es un recordatorio de la importancia de informarse sobre lo que se aplica en sus uñas. La estética y la durabilidad que ofrece el gel siguen siendo irresistibles, pero la ciencia advierte que el brillo también puede tener un costo oculto para la salud.
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