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El estudio Global Consumer Insights de PwC indica que 48 % de los consumidores mexicanos estaría dispuesto a pagar más por productos fabricados localmente o hechos a la medida.
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La nueva Ley de Adquisiciones incrementó el contenido nacional en compras públicas de 50% a 65%, consolidando el sello como criterio de referencia para proveeduría local.
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El Plan México busca lograr que 50% de la producción en textil, calzado y juguetes se fabrique con insumos nacionales.

El sello “Hecho en México” ha dejado de ser un simple distintivo de origen para convertirse en un instrumento operativo de la narrativa política, articulado con el Plan México, cuya meta es posicionar al país como la 10ª economía mundial y generar 1.5 millones de empleos. Esta transformación no ocurrió de la noche a la mañana; se construyó sobre la necesidad de fortalecer la identidad nacional ante desafíos externos y responder al creciente interés de los consumidores por apoyar lo local.
La historia reciente de este sello muestra cómo la combinación de presión internacional, percepción de los consumidores y estrategia gubernamental puede transformar un símbolo en un eje de desarrollo económico. Todo comenzó, en parte, como reacción a la amenaza de aranceles a varias categorías de productos mexicanos, lo que impulsó a consumidores y empresas a valorar la producción nacional. Un precedente internacional, como el sello “Hecho en Canadá”, también demostró que los distintivos de origen pueden convertirse en herramientas estratégicas de política económica. Aunque “Hecho en México” ya existía, no contaba con el peso ni la formalización que hoy lo respaldan.
Formalización, alianzas y resultados
El 17 de febrero de 2025 marcó un hito para el sello con la publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF) de las reglas de uso de las marcas de certificación “Hecho en México” y “Made in Mexico”. Este paso otorgó certeza jurídica a productores y empresas, estableciendo estándares claros de origen y calidad, y facilitando su adopción en el sector privado. La formalización no solo protege el valor del sello, sino que lo convierte en un criterio de referencia para compras públicas y alianzas comerciales.
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El gobierno impulsó la expansión del sello mediante convenios con la industria, comercio, autoservicio y sector de alimentos y bebidas, así como con los 32 gobiernos estatales, articulando su uso con los Corredores Económicos del Bienestar. A esto se sumó la simplificación administrativa: el registro de productos certificados pasó a realizarse en 48 horas, reduciendo la burocracia y permitiendo que más empresas accedieran rápidamente al sello. Entre febrero y julio de 2025, se otorgaron hasta 1,736 autorizaciones para 3,652 productos certificados, un indicador temprano de su aceptación y alcance.
La protección del mercado también ha sido central. La estrategia “Operación Limpieza”, contra la piratería, aseguró mercancías por 885 millones de pesos, retirando del mercado productos ilegales que podían depreciar el valor del sello. En paralelo, la Ley de Adquisiciones elevó el contenido nacional mínimo en compras públicas del 50% al 65%, reforzando el sello como criterio de preferencia para proveeduría local. Asimismo, el Plan México apunta a que 50% de la producción en textil, calzado y juguetes se fabrique con insumos nacionales, consolidando la apuesta por la economía circular y la autosuficiencia industrial.
Innovación, cultura y electromovilidad
El sello “Hecho en México” no se limita a la formalidad económicam sino que también se está proyectando como un relato cultural y hasta tecnológico. La creación de marcas como OLINIA, la primera armadora de minivehículos eléctricos mexicanos, y KUTSARI, dedicada al diseño de circuitos integrados, ejemplifica la integración de innovación tecnológica con desarrollo nacional. Proyectos como estos posicionan a México en electromovilidad y tecnología de vanguardia, pasando de ser consumidores de innovación a productores estratégicos.
Otros ejemplos muestran la amplitud del concepto de lo “Hecho en México”: la protección de marcas Café Mexicano y Virgen de Guadalupe busca salvaguardar la identidad cultural y el origen de productos emblemáticos, mientras programas como Technology Manager Academy y la Red de Mujeres Innovadoras fortalecen la formación de talento especializado y el registro de propiedad industrial. Entre febrero y julio de 2025, se otorgaron 136,537 registros de marcas, avisos y nombres comerciales, y se realizaron 93,322 actividades de promoción y capacitación en todo el país.
Incluso el entretenimiento forma parte de esta narrativa. El programa “Mentes en Acción”, adaptación mexicana de Shark Tank, busca visibilizar el talento local y vincular la innovación con el orgullo cultural. Así, lo “Hecho en México” deja de ser un concepto estático asociado a gastronomía, artesanía o folclor, y se convierte en una narrativa activa que integra economía, tecnología y cultura, proyectando una identidad nacional renovada.
Hoy participamos en la 1° edición de Hecho en México: #MentesEnAcción, una iniciativa conjunta entre la @SE_mx y el @IMPI_Mexico para acercar a personas inventoras y emprendedoras con grandes inversionistas.
¡Me enorgullece ver que las ideas mexicanas se hacen realidad! 🇲🇽 pic.twitter.com/toIcFcsIXd— Santiago Nieto (@SNietoCastillo) July 31, 2025
El impulso a la electromovilidad es quizá uno de los ejemplos más claros de esta visión. Con Olinia y el autobús eléctrico Taruk, México no solo participa de una tendencia global, sino que la convierte en sello de identidad nacional, mostrando que la innovación y la sostenibilidad pueden ser las bases de la narrativa de desarrollo del país. Esto refleja un enfoque integral: el sello nacional no solo certifica productos, sino que también promueve empleo, tecnología, cultura y sostenibilidad, fortaleciendo la competitividad de México a nivel global.
Primer motor eléctrico para autobuses Hecho en México visitó hoy Huamantla , Tlaxcala, cada día importaremos menos y produciremos más !! pic.twitter.com/4FuSonEClb
— Marcelo Ebrard C. (@m_ebrard) August 15, 2025
El camino del sello “Hecho en México” demuestra cómo un distintivo puede evolucionar desde un símbolo de origen hasta convertirse en un instrumento operativo de desarrollo nacional, articulando política pública, identidad cultural, innovación tecnológica y estrategia económica. Lo que comenzó como respuesta a presiones externas y demanda de consumidores se ha transformado en una apuesta estructurada por consolidar la producción, fortalecer la propiedad industrial y proyectar a México como un país competitivo e innovador en la escena global.
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