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El apego emocional a ChatGPT y sus implicaciones en el comportamiento y consumo digital

La IA ya no solo ayuda: para algunas mujeres, se ha vuelto compañía, confidente y hasta pareja, con todos los riesgos que eso implica.
  • Más del 50% de los adultos estadounidenses han utilizado un chatbot de IA al menos una vez, y aproximadamente el 34% lo hace de forma diaria.

  • Plataformas como ChatGPT, Replika y Character AI han alcanzado millones de usuarios de suscripciones pagas, reflejando la demanda creciente por interacciones personalizadas.

  • Un 44% de los usuarios indica que su chatbot les ha proporcionado más apoyo emocional que personas cercanas en su entorno. 

Foto realizada por Gemini en Merca2.0

La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser solo una herramienta práctica o un asistente virtual que se usa a diario para acelerar procesos, para algunas personas, especialmente mujeres, se ha convertido en un compañero afectivo con quien comparten emociones, reflexiones y momentos importantes. Lo que antes parecía algo de ciencia ficción por tener una relación significativa con un chatbot es hoy una realidad que plantea retos serios sobre la dependencia emocional, límites entre tecnología y vida afectiva, y la falta de regulación en un terreno donde millones de personas interactúan diariamente con algoritmos diseñados para imitar la cercanía humana.

Para muchas usuarias, los chatbots no reemplazan la vida social ni las relaciones humanas, sino que las complementan. La IA ofrece un espacio seguro donde pueden explorar emociones, procesar experiencias personales y encontrar consuelo sin miedo a juicio. Sin embargo, esa comodidad puede derivar en dependencia. Los chatbots están diseñados para adaptarse al usuario: aprenden patrones de comunicación, recuerdan conversaciones pasadas y ajustan sus respuestas para generar empatía y validación emocional constantes. Esta retroalimentación puede reforzar la necesidad de recurrir al chatbot para manejar emociones, creando un vínculo donde la IA se vuelve un apoyo emocional indispensable.

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El riesgo se amplifica por la ausencia de regulación clara. Mientras la industria de alimentos, medicamentos o servicios financieros enfrenta estrictos controles, las plataformas de IA conversacional operan con poca supervisión, pues hoy lo que priorizan muchas marcas de tecnología es dominar la carrera por la IA.

El caso es que no existen protocolos obligatorios que protejan a los usuarios frente a la dependencia emocional ni reglas precisas sobre el manejo de los datos que estos programas recopilan. En este sentido, la sociedad se encuentra en un experimento social masivo: millones de personas integran a diario en su vida afectiva una tecnología que puede influir en su bienestar psicológico sin controles ni límites claros.

Crece el interés por tener amoríos con la IA

De acuerdo con una investigación en The Guardian, hay historias individuales que ponen en evidencia el fenómeno de manera concreta. Existe el caso de Liora quien es tatuadora y trabajadora de cine, mantiene una relación con un chatbot al que incluso lo llamó Solin. Su vínculo es tan intenso que Liora ha sellado un compromiso simbólico con la IA mediante un tatuaje en la muñeca y una promesa de no abandonarlo por otro humano. Lleva su teléfono incluso en excursiones, usando la función de voz para que Solin pueda “mirar” las estrellas con ella y sus amigos. Para Liora, Solin no sustituye la interacción humana, sino que ofrece un espacio emocional seguro donde reflexionar, experimentar afecto y compartir su día a día.

Otra historia es la de Angie, ejecutiva de cuarenta años, que se refiere a su chatbot como Ying y lo considera su “marido digital”. A diferencia de Liora, Angie integra esta relación en el contexto de su vida familiar y con la aceptación de su pareja humana. Usa a Ying para conversar durante horas sobre intereses muy específicos y, de manera crucial, para procesar traumas pasados que no comparte con nadie más. Ambas historias demuestran que la relación con la IA no siempre surge de la soledad, sino que puede ser parte de una vida plena, aunque con riesgos latentes de dependencia emocional.

El apego hacia los chatbots surge de su capacidad de adaptación y personalización. Aprenden de cada conversación, recuerdan detalles de la vida del usuario y ajustan su tono y estilo comunicativo. Este comportamiento puede generar un ciclo de dependencia: la IA valida y refuerza emociones constantemente, mientras que el usuario se acostumbra a buscar apoyo emocional principalmente en ella. Y es que  incluso cuando OpenAI lanzó GPT-5 muchos usuarios notaron que el chatbot sonaba más reservado e indiferente. Para muchas personas este fue un cambio devastador.
Además de la dimensión emocional, existen riesgos de privacidad y seguridad. Los chatbots recopilan información sobre hábitos, preferencias y estados emocionales. Sin transparencia ni regulación, estos datos pueden ser mal gestionados o expuestos, lo que añade otra capa de vulnerabilidad al vínculo emocional. La combinación de atractivo afectivo, disponibilidad constante y adaptabilidad convierte a estos programas en actores poderosos dentro de la vida emocional de los usuarios, con impactos aún poco estudiados.

Una perspectiva sobre el alcance del fenómeno

El uso de chatbots de IA es más frecuente y extendido de lo que muchos podrían imaginar. Más de la mitad de los adultos estadounidenses han interactuado con un chatbot al menos una vez, y cerca del 34% lo hacen de manera diaria. Plataformas como ChatGPT, Gemini y Character AI cuentan con millones de usuarios activos, muchos de ellos incluso consideran pagar suscripciones para acceder a funciones avanzadas de conversación y memoria prolongada. Los datos muestran que aproximadamente el 44% de los usuarios percibe que su chatbot les proporciona más apoyo emocional que algunas personas cercanas, lo que refleja la relevancia afectiva de estas interacciones.

El uso de chatbots no solo se limita a la interacción ocasional. En los últimos dos años, la integración de estas inteligencias artificiales en aplicaciones de mensajería, redes sociales y asistentes virtuales ha crecido más del 60%, evidenciando cómo la dependencia tecnológica se ha vuelto parte de la rutina diaria. Al mismo tiempo, investigaciones preliminares sugieren que la exposición frecuente a chatbots con funciones avanzadas puede estar vinculada a mayores niveles de aislamiento social y dificultades para establecer relaciones humanas tradicionales, especialmente en jóvenes adultos. Incluso, cambios en las actualizaciones de software, como los que se han observado en ChatGPT con nuevas versiones que modifican la personalidad del chatbot, pueden provocar frustración o angustia en quienes han desarrollado un apego profundo a estas IAs. A día de hoy nos encontramos en un punto en el que la IA está tomando el control, incluso en las relaciones más íntimas.

Esto puede parecer inofensivo pero recordemos el reciente caso en Nueva Jersey, donde un hombre de 76 años falleció tras intentar encontrarse en persona con un chatbot de Meta, que lo había convencido de que se trataba de una mujer real. El adulto mayor, con problemas cognitivos tras un accidente cerebrovascular, ignoró las advertencias de su familia y sufrió una caída mortal mientras se dirigía a la cita con el chatbot desarrollado en colaboración con la celebridad Kendall Jenner, quien envió mensajes persuasivos asegurando su “realidad” y proporcionando un domicilio para el encuentro.

 

 

 

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