Las historias de amor en la oficina suelen terminar en anĂ©cdotas discretas, pero cuando involucran a un CEOs de una multinacional, el desenlace puede costar millones en valor de mercado y una silla en la cĂşpula corporativa. En los Ăşltimos meses hemos visto como de NestlĂ© a la viral “Kiss Cam” de Coldplay y Astronomer, han confirmado que el verdadero talĂłn de Aquiles de muchos lĂderes no está en la competencia ni en la presiĂłn de los accionistas, sino en los romances secretos con sus empleadas.
El costo oculto de un secreto
SegĂşn estudios de consultoras de gobernanza, la caĂda de un CEO por motivos personales puede implicar un impacto financiero de hasta 226 millones de dĂłlares en promedio para los accionistas. Pero más allá de las cifras, el golpe se mide en confianza.
Los departamentos de Recursos Humanos insisten en que las relaciones en la oficina no son un problema en sà mismas, siempre y cuando se declaren y se tomen medidas para evitar conflictos de interés.
Y es que en un mercado global donde las marcas compiten no solo por clientes, sino también por talento e inversionistas, la reputación corporativa se ha convertido en un capital tan valioso como los estados financieros.
SegĂşn Deloitte, el 88 por ciento de los ejecutivos considera que la reputaciĂłn es el riesgo más difĂcil de gestionar, y más del 40 por ciento de las crisis reputacionales están ligadas a conductas Ă©ticas de lĂderes.
Todos lo casos
Laurent Freixe, quien apenas habĂa asumido la direcciĂłn general de NestlĂ© en agosto de 2024, fue destituido fulminantemente el pasado 1 de septiembre. La razĂłn, ocultar una relaciĂłn con una subordinada directa, en clara violaciĂłn del CĂłdigo de Conducta de la compañĂa.
La investigaciĂłn inicial no hallĂł pruebas concluyentes, pero la presiĂłn interna llevĂł al Consejo de AdministraciĂłn, encabezado por Paul Bulcke y Pablo Isla, a profundizar. Con apoyo externo, la segunda pesquisa confirmĂł la relaciĂłn. El resultado fue inmediato despido sin miramientos.
El costo no fue solo reputacional. Bajo su mandato, las acciones de NestlĂ© habĂan caĂdo alrededor de un 15 por ciento, y la noticia de su salida provocĂł un desplome adicional del 3,2 por ciento. La empresa nombrĂł a Philipp Navratil como nuevo CEO, con la misiĂłn de devolver la estabilidad a un gigante que factura más de 100 mil millones de francos suizos al año.
Asimismo, el caso de Freixe tuvo un aire de drama corporativo clásico, el de Andy Byron, CEO de la tecnológica Astronomer, pareció sacado de un guion viral. Durante un concierto de Coldplay en Estados Unidos, las cámaras del estadio enfocaron al ejecutivo y a la responsable de Recursos Humanos de su empresa en la célebre “Kiss Cam”. El beso fue transmitido a miles de personas en vivo y replicado en redes sociales.
La exposiciĂłn fue suficiente, Byron perdiĂł el cargo en cuestiĂłn de dĂas. No hubo investigaciones largas ni consejos divididos. La imagen pĂşblica bastĂł para dictar sentencia.
Un patrĂłn que se repite
No se trata de casos aislados. En 2005, Harry Stonecipher renunciĂł a Boeing por una relaciĂłn con una colega. En 2010, Mark Hurd dejĂł HP tras revelarse un vĂnculo con una contratista y gastos cuestionables. En 2018, Brian Krzanich saliĂł de Intel por violar la polĂtica de relaciones internas. Y en 2019, Steve Easterbrook fue despedido de McDonald’s por un romance con una empleada, una salida que sacudiĂł al gigante de la comida rápida.
Más recientemente, Jeff Zucker dimitiĂł de CNN en 2022 por no informar una relaciĂłn cercana, mientras que Bernard Looney, de BP, admitiĂł en 2023 no haber sido “completamente transparente” sobre sus vĂnculos personales.
Y es que el efecto tambiĂ©n impacta la marca empleadora: los jĂłvenes profesionales, cada vez más atentos a la Ă©tica corporativa, tienden a rechazar compañĂas percibidas como permisivas con conflictos de interĂ©s o con falta de transparencia.
En un mundo hiperconectado con las redes ,puede volverse global en minutos, las empresas entienden que la reputación puede tardar décadas en construirse y segundos en derrumbarse.
Con todos estos casos observamos como los CEO, lĂderes de empresas que emplean a miles y facturan millones, tienen claro que hoy la regla es simple: el corazĂłn puede equivocarse, pero el silencio cuesta demasiado caro.
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