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Según Deloitte, el 72% de los consumidores globales valoran las marcas que ofrecen experiencias inmersivas, físicas o virtuales.
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La experiencia inmersiva en parques temáticos no es solo una moda pasajera: es una respuesta estratégica a la evolución del consumo cultural entre millennials y Gen Z.
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El continente asiático es el que más impuls este tipo de parques inmersivos.

La infancia millennial ha dejado de ser solo un recuerdo para convertirse en un motor económico tangible. Hoy, los “kiddults”, adultos que conservan un interés genuino por los personajes de su infancia están reconfigurando la forma en que las marcas abordan el entretenimiento. Pokémon y Pop Mart, con su universo Labubu, son ejemplos claros de esta tendencia.
Hace unas semanas, Japón anunció la apertura de PokéPark Kanto, un parque temático que lleva a los visitantes a caminar entre escenarios inspirados en la región más icónica de la franquicia. Aquí, la experiencia va mucho más allá de lo visual: se trata de un entorno que permite revivir la aventura de convertirse en entrenador Pokémon. No es un parque exclusivo para niños; busca reconectar con adultos que crecieron con Pikachu como su primer compañero de juegos y que hoy son consumidores activos de la marca.
Nostalgia que se transforma en experiencia
La estrategia detrás de Pokémon refleja un entendimiento profundo del valor de la nostalgia. Más allá de los productos coleccionables o los videojuegos, las experiencias físicas permiten a los adultos revivir emociones de su infancia mientras interactúan con un ecosistema que combina naturaleza, urbanismo y tecnología. La propuesta incluye mecánicas de juego que emulan la clásica aventura de “capturar” criaturas, ofreciendo un equilibrio entre exploración, juego libre y sensaciones inmersivas que apelan directamente a un deseo emocional latente en los fans.
Labubu y la consolidación del coleccionismo adulto
No es un fenómeno exclusivo de Pokémon. Pop Mart, empresa creadora de los Labubus, ha llevado a sus personajes a un formato de parque temático con enfoque adulto, demostrando que el coleccionismo de diseño puede transformarse en un espacio experiencial de gran valor. En China, el parque de Labubu ofrece un universo sensorial completo: castillos interactivos, salas que estimulan la vista, el oído y el tacto, e incluso actividades instagrameables como preparar pancakes con la cara de Labubu.
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Lo más notable es que la mayoría de los visitantes son millennials, adultos que buscan nuevas vivencias a través de estos personajes de forma tangible. Este cambio de enfoque muestra que la industria del entretenimiento está reconociendo que los juguetes y coleccionables no son solo para niños: pueden ser un puente hacia experiencias emocionales diseñadas para un público adulto, dispuesto a pagar por ellas.
El impacto económico de esta estrategia también es claro. Pop Mart reportó que en 2024, casi el 40% de sus ingresos provinieron de mercados fuera de China, alcanzando $1.794 millones de dólares y con un crecimiento en ganancias netas cercano al 200% respecto al año anterior. La creación de experiencias inmersivas no solo fortalece la lealtad de la comunidad de fans, sino que también abre nuevas fuentes de ingresos indirectos a través de merchandising, contenido digital y activaciones de marca.
Pero eso no es todo, recientemente Pop Mart dio a conocer que pretenden expandir el mercado de los Labubu, siendo su próximo objetivo un imperio al estilo Disney. Los ejecutivos afirman que se muestran optimistas sobre las oportunidades para que los personajes de Pop Mart protagonicen películas de animación y atracciones de parques temáticos,
Experiencias inmersivas, un nuevo modelo de negocio
El auge de parques temáticos centrados en personajes icónicos refleja una tendencia más amplia: la transformación de la nostalgia en experiencias de consumo emocional. Las marcas han entendido que los adultos buscan más que productos; buscan momentos que conecten con su identidad y recuerdos. Este modelo combina entretenimiento, diseño y tecnología para generar experiencias completas, capaces de atraer tanto a coleccionistas como a entusiastas de la cultura pop.
Tanto Pokémon como Labubu muestran que el valor de estas experiencias no se mide únicamente por la venta de entradas, sino por el impacto en la fidelización y en la percepción de marca. Al ofrecer entornos inmersivos que reproducen universos conocidos, las empresas logran un doble objetivo: mantener a los fans comprometidos y abrir nuevas vías de monetización que van más allá del producto físico.
Además, estas iniciativas representan una forma de experiencia compartida, donde los adultos pueden revivir su infancia en comunidad, tomar fotos, interactuar con otros fans y participar en actividades que antes solo existían en su imaginación o en la pantalla. Este tipo de engagement genera un ecosistema de contenido que se retroalimenta en redes sociales, ampliando el alcance de la marca y potenciando el deseo de visitar estos parques, incluso a nivel internacional.
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