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Según Mintel, el 73% de los consumidores jóvenes prefieren cafeterías que ofrezcan experiencias estéticas.
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Aproximadamente el 85% de la población mexicana consume entre una y tres tazas de café al día, lo que representa una enorme demanda potencial para las cafeterías.
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El 72% de los millennials toma decisiones de compra basadas en fotos de alimentos y bebidas en Instagram.

Durante décadas, las cafeterías fueron vistas como espacios tranquilos, destinados a la lectura, la conversación pausada o reuniones amenas del día a día. La imagen tradicional hacía referencia a estanterías con libros, mesas de madera y un ambiente silencioso donde el café era solo un acompañamiento. Sin embargo, en los últimos años, este concepto ha experimentado una transformación radical: las cafeterías dejaron de ser únicamente refugios de lectura para convertirse en escenarios diseñados para ser compartidos en redes sociales, priorizando la estética, la experiencia visual y la personalización.
Esta evolución no solo refleja cambios en los hábitos de consumo, sino también una adaptación al marketing digital. Hoy, la popularidad de un café no depende únicamente de la calidad de sus bebidas, sino de su capacidad para generar momentos que los visitantes quieran capturar y publicar. En ciudades como Ciudad de México, este fenómeno se observa de manera clara: cafeterías minimalistas, temáticas o altamente personalizables compiten por destacar, donde la fotografía y la interacción en redes sociales se han convertido en un factor determinante para el éxito.
La estética como estrategia de marketing
La nueva dinámica de las cafeterías responde a la lógica de la economía de la atención: cuanto más atractiva es la imagen de un espacio, mayor es la probabilidad de que los clientes compartan su experiencia en plataformas como Instagram o TikTok. Así, la estética deja de ser un detalle secundario y se convierte en una herramienta estratégica. Desde la elección de muebles y colores hasta la presentación de los productos, cada elemento está pensado para generar impacto visual.
En la CDMX, por ejemplo, muchas cafeterías han adoptado tendencias minimalistas, con espacios abiertos, iluminación natural y tonos neutros que favorecen la fotografía.
Establecimientos como Flamingo Caffé y Hello Kitty Café han ganado popularidad por sus diseños únicos y fotogénicos, atrayendo a clientes que buscan compartir sus experiencias en redes sociales.
En ese contexto, algunos locales optan por un enfoque más personalizado, incorporando elementos decorativos únicos como charms, termos coleccionables o murales interactivos, que no solo refuerzan la identidad de la marca, sino que también fomentan la viralidad en redes sociales. La constante adaptación a tendencias asegura que los clientes encuentren algo novedoso y digno de ser documentado, generando así una retroalimentación positiva: más publicaciones, más visibilidad y, por ende, mayor éxito comercial.
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Este cambio no significa que se haya perdido el valor original del café como espacio de encuentro o pausa, sino que estos elementos tradicionales se integran ahora con un nuevo propósito. La lectura, la conversación y la experiencia del sabor conviven con la posibilidad de crear contenido visualmente atractivo, lo que transforma la visita a la cafetería en un ritual híbrido, donde lo físico y lo digital se entrelazan.
Experiencia y personalización como factores clave
Más allá de la estética, la personalización se ha convertido en un factor diferenciador. Las cafeterías modernas buscan ofrecer experiencias únicas que el cliente pueda adaptar a sus preferencias, ya sea mediante bebidas personalizables, postres decorativos o espacios que permiten interacción directa con el entorno. Esta tendencia refleja un cambio más amplio en el consumo: los usuarios no buscan solo un producto, sino momentos memorables que puedan compartir y revivir a través de sus redes sociales.
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La estrategia de documentar la experiencia se ha vuelto tan relevante que algunas cafeterías incorporan elementos específicamente diseñados para ello: desde mesas con iluminación especial hasta fondos con detalles llamativos que funcionan como escenarios para fotografías. Esta intención de crear “momentos instagrameables” ha modificado incluso la manera en que se presentan los productos, donde el emplatado y la disposición visual de los elementos se vuelven tan importantes como el sabor mismo.
Sin embargo, esta orientación hacia lo digital también implica riesgos. La presión por mantenerse a la vanguardia de las tendencias puede hacer que los locales prioricen la apariencia sobre la calidad o la comodidad, generando experiencias que, aunque visualmente atractivas, podrían sentirse superficiales. La clave para las cafeterías que buscan consolidarse radica en equilibrar la estética y la personalización con un servicio sólido, atención al detalle y productos de calidad.
La tendencia instagrameable no solo redefine el diseño de los espacios, sino también la manera en que los clientes perciben y valoran estos lugares. En un entorno urbano competitivo como el de la Ciudad de México, quienes logran combinar creatividad, personalización y estética logran captar la atención del público y destacarse, convirtiendo lo que antes era un simple café en una experiencia social y digital integral.
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