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Cambio climático dispara precios de alimentos a nivel global

El cambio climático ha dejado de ser una advertencia del futuro para convertirse en una realidad que afecta en los precios de los consumidores de todo el mundo.
  • Eventos como sequías, inundaciones y olas de calor son cada vez más frecuentes e intensos debido al calentamiento global.

  • Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los últimos 8 años han sido los más cálidos jamás registrados.

  • Los alimentos saludables son más caros, y el cambio climático profundiza esa brecha, refiere la FAO.

Lo que antes parecía un problema lejano y abstracto hoy se manifiesta en los anaqueles del supermercado. El cambio climático ya no es una amenaza del futuro, es una realidad que se traduce en comida más cara para millones de personas alrededor del mundo.

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Un nuevo estudio internacional, gestionado por el investigador Maximilian Kotz desde el Centro de Supercomputación de Barcelona, demuestra que los eventos climáticos extremos como las olas de calor, lluvias intensas o sequías prolongadas están alterando la producción agrícola de forma global, elevando significativamente los precios de los alimentos básicos.

México no es la excepción. El precio del huevo se ha convertido en símbolo del impacto climático en la economía diaria, de hecho un kilo puede superar los 97 pesos, lo que equivale a más de cuatro litros de gasolina. Las lluvias y el frío de los últimos meses han disminuido la producción avícola, disparando los precios hasta un 12.5% anual, según datos de la Secretaría de Economía y el SNIIM.

Este fenómeno no se limita a nuestro país. En Corea del Sur, una intensa ola de calor hizo que la col subiera un 70%. En Europa, el aceite de oliva ha aumentado un 50% tras las sequías severas en Italia y España. En Japón, el arroz se encareció casi la mitad en un solo año, y el cacao alcanzó precios históricos en abril de 2024 por las condiciones extremas en África Occidental.

El problema es doble, ya que los alimentos más nutritivos como las frutas, verduras o granos son los más sensibles al clima. Por eso, a medida que suben los precios, muchas familias optan por opciones más baratas pero menos saludables, lo que agrava problemas de salud pública como la desnutrición o enfermedades crónicas.

Además, esta presión alimentaria incrementa la inflación general y puede desatar tensiones sociales, especialmente en países donde la mayor parte del ingreso familiar se destina a la alimentación.

La conclusión es clara: el cambio climático no solo derrite glaciares o aumenta el nivel del mar. También altera los costos de lo que ponemos en el plato. Comer se está volviendo un lujo, y la factura ecológica ya no llega en forma de informes científicos, sino que llega con el ticket del supermercado.

Países comprometidos con el cambio climático

De acuerdo con el más reciente Global Status Report 2025 de REN21, hay avances en la adopción de mecanismos para frenar el cambio climático, como la tarificación del carbono. Sin embargo, la mayoría de estos esfuerzos siguen siendo parciales, desiguales o de alcance limitado.

A día de hoy, al menos 53 países han implementado algún tipo de precio al carbono ya sea mediante impuestos o mercados de emisiones, y 45 naciones han fijado metas para alcanzar emisiones netas cero. Pero no siempre coinciden: algunos países hacen promesas sin herramientas para cumplirlas, y otros aplican medidas sin comprometerse públicamente a un objetivo final.

Precisamente, Europa destaca como la región más activa, encabezando países como Alemania, Francia, Suecia y los Países Bajos combinando regulaciones firmes con metas ambiciosas. China, India y Brasil también avanzan en la misma línea, buscando equilibrar crecimiento económico con sostenibilidad ambiental.

En cambio, Estados Unidos y Rusia dos de los principales emisores de gases de efecto invernadero han establecido metas de neutralidad, pero sin aplicar aún ningún tipo de tarificación del carbono. Por el contrario, México y Sudáfrica ya imponen un costo por contaminar, aunque aún no trazan un plan claro a largo plazo.

Otro punto crítico es qué sectores se regulan. La mayoría de los esquemas actuales se centran en la industria y el transporte, mientras que áreas como la agricultura y los edificios, fuentes importantes de emisiones siguen estando en segundo plano.

Y mientras tanto, en amplias regiones de África, Asia Central y Medio Oriente, ni siquiera existen leyes climáticas en forma. La falta de marcos jurídicos impide que muchas naciones participen de forma efectiva en la carrera por reducir el impacto ambiental.

 

 

 

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