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Según Weber Shandwick, la reputación del CEO representa hasta el 45% de la reputación general de la empresa.
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El Edelman Trust Barometer 2023 señala que el 72% de las personas cree que los CEOs deben mantener una conducta ética también fuera del trabajo.
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Las compañías toman decisiones rápidas para proteger su imagen pública, incluso si la conducta del CEO ocurrió en su vida privada.
La reciente renuncia de Andy Byron, quien era CEO de Astronomer, ha reavivado una conversación incómoda pero cada vez más frecuente, y es el peso de la conducta personal en el destino profesional de los altos ejecutivos.
El video ha sido realmente mediático, donde en pleno concierto de Coldplay, el ex CEO se mostró en actitud afectuosa con una colega, lo que desató críticas, y parodias en redes sociales.
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Y es que, lo que parecía un momento privado se convirtió en un escándalo viral. Es por ello que recientemente, la empresa tecnológica estadounidense confirmó su salida a través de LinkedIn: “Andy Byron presentó su renuncia y fue aceptada”.
Pero este no es un caso aislado. De hecho, parece formar parte de una tendencia donde la vida personal de los CEOs ya no queda fuera del tablero corporativo. Tengamos en cuenta que atravesamos por una era donde cada gesto puede ser grabado y difundido en segundos, con ello los directivos de alto nivel ya no solo enfrentan presiones financieras o estratégicas, sino también reputacionales.
Casos similares
Un ejemplo similar es el de Steve Easterbrook, exCEO de McDonald’s, quien fue despedido en 2019 tras confirmar una relación consensuada con una empleada, en violación directa a la política interna de la compañía. Aunque no se trató de una falta legal, la empresa dejó claro que su papel como líder implicaba un estándar ético más alto.
Otros casos revelan una constante, las conductas fuera del escritorio importan tanto como las que se toman en las juntas directivas. Mark Hurd, exCEO de HP, renunció en 2010 tras una investigación por conducta inapropiada con una trabajadora, aunque no se comprobaron delitos.
En Pandora, el exgerente general para América Latina, Martín Pereyra Rozas, también fue removido tras una investigación interna. Incluso el comportamiento mediático de figuras como Elon Musk aunque no ha derivado en renuncias ha generado impactos en la reputación e incluso en el valor de las acciones de Tesla o SpaceX.
Más allá de la moral individual, el mensaje es claro, ya que los CEOs son hoy figuras públicas cuya vida privada se vuelve parte de la narrativa empresarial. Y si bien muchas relaciones nacen en el ámbito laboral, la línea entre lo profesional y lo personal es cada vez más estrecha, especialmente cuando se trata de líderes que representan la cultura, los valores y la imagen pública de una marca.
En el caso de Andy Byron, una reacción en una “Kiss Cam” fue suficiente para poner fin a su gestión. En otros tiempos, tal vez habría pasado desapercibido. Pero en la era de la viralidad, cualquier desliz puede costar el cargo, la reputación y el futuro profesional, sobretodo si está en juego el nombre de una marca de renombre.
Y es que, indudablemente la figura del CEO no solo encarna el liderazgo estratégico de una empresa, sino que se ha convertido en su cara pública, emocional y moral. Esto ha elevado el escrutinio sobre su vida personal, especialmente cuando sus acciones pueden comprometer la reputación de la marca.
De acuerdo con el Edelman Trust Barometer, el 62% de los encuestados globales considera que los CEOs deben ser modelos a seguir no solo en su entorno profesional, sino también en el personal, ya que reflejan los valores de la empresa que representan. Además, el 72% cree que los líderes empresariales tienen la responsabilidad de mantener una conducta ética incluso fuera del trabajo.
En paralelo, una encuesta realizada por Weber Shandwick en su estudio, reveló que la reputación del CEO representa hasta el 45% del valor de reputación general de una empresa. Es decir, lo que haga o diga el CEO tiene un impacto directo en cómo se percibe la marca en el mercado, ante inversionistas, consumidores y empleados.
Los escándalos personales, especialmente aquellos relacionados con relaciones inapropiadas, abuso de poder o conductas indebidas en el entorno laboral, han sido uno de los motivos más comunes de despidos de altos ejecutivos. Según un análisis de Harvard Business Review, casi el 25% de los CEOs despedidos entre 2007 y 2022 lo fueron por motivos relacionados con la ética o la conducta personal, no necesariamente por resultados financieros.
Por otro lado, muchas empresas globales de gran renombre tienen muy bien implementadas las políticas internas contra relaciones amorosas entre empleados, especialmente si hay relaciones de poder involucradas. Estas medidas buscan evitar conflictos de interés, favoritismo y riesgos legales, además de proteger la cultura organizacional.
Indudablemente, en la era de las redes sociales, los riesgos de exposición pública se amplifican. Un comportamiento inapropiado fuera del horario laboral puede viralizarse en segundos, poniendo en riesgo la imagen corporativa. En este contexto, cada vez más compañías toman decisiones rápidas ante este tipo de situaciones, priorizando su reputación ante el mercado y la opinión pública.
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