
Amores Perros (2000), ópera prima de Alejandro González Iñárritu, no solo marcó un hito en el cine mexicano por su narrativa fragmentada y su crudeza emocional, sino también por la forma en que encapsula la realidad urbana del México de finales del siglo XX. Más allá de sus personajes y trama, la película está poblada de objetos, marcas y símbolos que, lejos de ser simples decorados, funcionan como cápsulas culturales que reflejan una época. Te e
Ford Grand Marquis negro de 1981
El Ford Grand Marquis negro de 1981, protagonista del emblemático choque que entrelaza las historias en Amores Perros (2000), se convirtió en un símbolo del cine mexicano contemporáneo. Durante la exposición La fábrica de cine: Estudios Churubusco 1945–2017, este vehículo fue exhibido con su carrocería deformada, acompañado de un maniquí de perro en el asiento trasero y fragmentos de vidrio esparcidos, recreando la escena del accidente. En la cajuela del automóvil, un televisor antiguo reproducía el detrás de cámaras de la filmación, mostrando a Gael García Bernal y al cinefotógrafo Rodrigo Prieto bajo la dirección de Alejandro González Iñárritu.
Tras la exposición, el Grand Marquis fue olvidado durante años en las instalaciones de los Estudios Churubusco. Según relatos, un trabajador del vecino Canal 22 logró rescatarlo, preservando así una pieza clave de la historia cinematográfica nacional. Este automóvil no solo representa un elemento icónico de Amores Perros, sino que también simboliza el renacimiento del cine mexicano a principios del siglo XXI, marcando una era de reconocimiento internacional para la cinematografía del país.
Leche Alpura 2000
En Amores Perros, el Chivo, interpretado magistralmente por Emilio Echevarría, es un exguerrillero convertido en vagabundo y sicario, cuya figura enigmática transita por los márgenes de la ciudad y la moral. En una de sus escenas más memorables, el personaje bebe leche Alpura 2000 mezclada con ron, una combinación tan extraña como reveladora: simboliza su desconexión con las convenciones sociales, su decadencia física y su necesidad de conservar cierta ternura en medio de la violencia.
La leche, producto asociado con la infancia y la pureza, se contamina con el alcohol barato, como si el Chivo buscara anestesiar el remordimiento con una dosis de inocencia perdida. Este gesto mínimo se convierte en una potente metáfora visual del alma rota del personaje y del México marginal que retrata la cinta.
La Jornada
En Amores Perros (2000), dirigida por Alejandro González Iñárritu, se observa al personaje de El Chivo, interpretado por Emilio Echevarría, leyendo un periódico que parece ser La Jornada, un diario mexicano de circulación nacional. Esta inclusión puede interpretarse como un guiño a la realidad sociopolítica del país en ese momento, ya que La Jornada es conocida por su enfoque crítico y su cobertura de temas sociales y políticos.
Walkman de Sony
En Amores Perros, el walkman —ese pequeño símbolo de la era analógica— aparece en una escena profundamente reveladora: tras cometer un asalto, Ramiro (Marco Pérez) regresa a casa y se recuesta junto a su esposa Susana (Vanessa Bauche), compartiendo los audífonos del dispositivo. La escena muestra un momento de ternura que en segundos se torna en violencia.
Aunque en la película no se distingue con claridad la marca del dispositivo, es muy probable que se trate de un modelo de Sony, la compañía japonesa que revolucionó la forma en que el mundo escuchaba música al lanzar el primer Walkman en 1979.
Canal 5 de Televisa
En Amores Perros, Alejandro González Iñárritu incluyó un guiño autorreferencial que pocos notan a primera vista: una campaña publicitaria suya para Canal 5 aparece brevemente en la película. Antes de convertirse en cineasta, Iñárritu trabajó como creativo en WFM y luego como director de comerciales. Una de sus campañas más recordadas fue precisamente para Televisa, en la que promovía Canal 5 con una serie de anuncios de alto impacto visual durante los años 90.
En la cinta, uno de esos anuncios aparece en un televisor encendido, en medio de una escena aparentemente casual, como parte del entorno urbano que retrata la cinta. Este detalle no solo añade realismo a la ambientación, sino que también actúa como una firma del director, marcando el tránsito de Iñárritu del mundo de la publicidad al del cine con un sutil toque de ironía y memoria personal.
Tarjeta Ladatel
Dentro de la película, la tarjeta Ladatel aparece brevemente durante una de las escenas más simbólicas de El Chivo (Emilio Echevarría), el exguerrillero que sobrevive como indigente y sicario. Tras el brutal accidente automovilístico protagonizado por Octavio (Gael García Bernal) a bordo del Ford Grand Marquis, El Chivo llega al lugar del choque y hurta la cartera de Octavio. Al llegar a su casa, revisa la billetera, observándose una tarjeta telefónica Ladatel, uno de los objetos más comunes y representativos del México urbano de los años noventa.
La presencia de la tarjeta no solo ancla la película en su contexto histórico, sino que también aporta realismo y textura a la narrativa. La Ladatel, lanzada por Telmex en 1991, era esencial para realizar llamadas desde teléfonos públicos, especialmente para quienes, como El Chivo, vivían al margen de la tecnología y el confort.
Coca-Cola
Hay una escena significativa en la que El Chivo vigila a Luis Miranda (Jorge Salinas), su objetivo en un encargo de asesinato. Durante esta vigilancia, El Chivo se encuentra en una zona urbana donde se observan carteles pintados de Coca-Cola sobre una tienda de abarrotes. Estos elementos visuales no solo contextualizan la escena en un entorno cotidiano de la Ciudad de México, sino que también refuerzan el realismo y la autenticidad del escenario.
La inclusión de estos detalles cotidianos, como los carteles de Coca-Cola, es una característica distintiva del estilo de Iñárritu, quien busca retratar la vida urbana con una estética hiperrealista.
Blockbuster
En Amores Perro , hay una escena en la que aparece brevemente una tienda de renta de películas que, aunque no muestra de forma explícita el nombre “Blockbuster”, guarda una gran similitud con los establecimientos de esta cadena: desde la distribución del local hasta el uso característico de colores azul y amarillo que dominaron la imagen visual de la marca durante los años noventa. Esta coincidencia estilística sugiere que el lugar retratado podría haber sido un videoclub de la franquicia o, al menos, uno inspirado por su estética.
Zedillo y Diego en la puerta de El Chivo
Dentro de la cinta e pueden observar calcomanías de las campañas presidenciales de 1994 de Ernesto Zedillo (PRI) y Diego Fernández de Cevallos (PAN) en la puerta de la vivienda de El Chivo (Emilio Echevarría). Aunque ni Zedillo ni Diego pueden considerarse marcas en el sentido comercial tradicional, su presencia en el espacio público durante las campañas los convirtió, de facto, en productos mediáticos con logotipos, lemas y estrategias visuales tan reconocibles como las de cualquier marca comercial.
Estos adhesivos, entonces, funcionan tanto como referencias políticas como emblemas de una época. La elección de mostrar propaganda de Zedillo y Fernández de Cevallos —pero no de Cuauhtémoc Cárdenas (PRD)— puede interpretarse como un comentario sobre la hegemonía mediática de ciertos partidos y el olvido o desplazamiento de otros. En el contexto de la película, estos elementos visuales refuerzan la ambientación hiperrealista y cargada de simbolismo. La puerta de El Chivo, decorada con huellas del sistema político que él mismo abandonó, se convierte en un reflejo del México de los noventa: un país donde la política, el desencanto y la marca personal de los candidatos convivían en los muros de cualquier barrio urbano.
Dodge Ram D-Series 1981
Se trata de una Dodge Ram D-Series de 1981 con cabina convencional, utilizada por la banda de El Jarocho, un personaje violento y antagonista dentro de Amores Perros. Esta camioneta no solo es parte del paisaje urbano, sino que juega un papel clave en el desarrollo de uno de los eventos más cruciales de la trama: la persecución a Octavio (Gael García Bernal).
Durante esa tensa secuencia, la Ram sigue de cerca al Ford Grand Marquis que Octavio conduce a toda velocidad, lo que eventualmente provoca que éste se pase una luz roja y colisione brutalmente con el coche de Valeria (Goya Toledo), una modelo que queda gravemente herida. Este choque conecta las tres historias de la película y da inicio a la compleja narrativa entrelazada que caracteriza el filme.