La reubicación de fábricas y líneas de producción, fenómeno que en la última década se ha acelerado por tensiones geopolíticas, cambios en las cadenas de suministro y estrategias de reducción de costos, está redefiniendo el panorama industrial global. Un ejemplo es el anuncio actual de que el fabricante General Electric (GE Appliances) planea trasladar la producción de refrigeradores, cocinas de gas y calentadores de agua fuera de China y México como parte de una inversión de más de 3 mil millones de dólares para expandir sus operaciones en Estados Unidos en Kentucky, Georgia, Alabama, Tennessee y Carolina del Sur.
En ese sentido, cuando una empresa decide cerrar su planta en un país, las consecuencias son inmediatas: pérdida de empleos directos e indirectos, disminución en la recaudación fiscal y un golpe a las economías locales, especialmente en comunidades que dependen de un solo gran empleador. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el cierre de una fábrica puede generar un efecto dominó que afecta a hasta cinco empleos indirectos por cada puesto directo eliminado. Además, existe un deterioro del capital social y un aumento de la migración laboral hacia otras regiones.
Esta práctica, conocida como reshoring cuando implica el regreso de operaciones a países de origen, o offshoring y nearshoring cuando se trasladan a destinos más cercanos o competitivos, tiene un impacto profundo en el empleo, la economía local y la competitividad de las naciones.
De acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), más del 30 por ciento de las multinacionales manufactureras han reconfigurado su red de producción desde 2020, impulsadas por la pandemia, la crisis logística y la inflación de costos energéticos.
General Electric mueve su fabricación a Estados Unidos
El fabricante de electrodomésticos GE Appliances, subsidiaria de la china Haier, anunció un ambicioso plan de inversión de 3 mil millones de dólares para relocalizar parte de su producción desde México y China hacia Estados Unidos. La medida, que se ejecutará en los próximos cinco años, contempla más de mil nuevos empleos y la modernización de plantas en Kentucky, Georgia, Alabama, Tennessee y Carolina del Sur.
La estrategia responde a un cambio en la geografía industrial motivado por factores económicos y políticos. El reshoring o retorno de operaciones al país de origen ha cobrado fuerza en la última década, acelerado por la presión de políticas arancelarias como las impulsadas por Donald Trump, así como por la búsqueda de cadenas de suministro más cortas y resilientes.
Asimismo se dio a conocer que entre los movimientos clave, la producción de cocinas de gas que se fabricaban en México se trasladará a la planta de LaFayette, Georgia, mientras que seis modelos de refrigeradores dejarán de producirse en China para fabricarse en Decatur, Alabama. En Carolina del Sur, la planta de Camden duplicará empleo y capacidad al incorporar la producción de calentadores de agua eléctricos e híbridos, actualmente fabricados en China.
En paralelo, su planta de Selmer, Tennessee, sumará dos nuevos modelos de aires acondicionados, y en Louisville, Kentucky, GE invertirá 490 millones de dólares para producir lavadoras/secadoras combinadas y lavadoras de carga frontal que también dejarán de fabricarse en China.
La empresa sostiene que “fabricar cerca de los clientes” es su pilar estratégico, aprovechando automatización y mejoras en las habilidades de su fuerza laboral. Según datos corporativos, GE Appliances ya realiza la mayor parte de su producción en Estados Unidos, pero esta relocalización consolida su red doméstica y reduce la dependencia de proveedores en Asia y México.
Y es que el impacto económico no es menor, desde 2016, la compañía habrá invertido 6 mil 500 millones de dólares en sus operaciones estadounidenses. Según estimaciones internas, sus actividades aportan 30 mil millones de dólares anuales a la economía y generan más de 113 mil empleos directos e indirectos.
Para México, este traslado implica la pérdida de parte de la producción en el sector de línea blanca, particularmente en plantas dedicadas a cocinas de gas. Si bien no se han detallado cifras exactas de empleos afectados, el impacto se concentraría en regiones industriales que dependen de contratos con fabricantes estadounidenses.
En el plano global, la decisión refleja la tendencia de grandes corporaciones hacia una producción más localizada para enfrentar riesgos logísticos, encarecimiento de fletes y volatilidad geopolítica. Analistas apuntan que este tipo de movimientos también responde a incentivos fiscales y subsidios estatales en EE.UU., que compiten directamente con las ventajas históricas de la manufactura en México y Asia.
Asimismo, el plan de GE Appliances se inserta en una narrativa industrial más amplia: el rediseño de cadenas globales tras la pandemia y las tensiones comerciales. Si bien la compañía seguirá contratando producción en el extranjero para ciertos modelos y componentes, el mensaje es claro: la manufactura avanzada estadounidense está recuperando terreno, impulsada por inversiones récord, automatización y alianzas con instituciones educativas para garantizar mano de obra calificada.
Como dijo Bill Good, vicepresidente de la cadena de suministro: “La infraestructura y las herramientas son importantes, pero no bastan. El renacimiento de la fabricación en Estados Unidos será construido por personas”.
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