Santiago, Chile.- La estructura de cualquier organización puede variar, pero gerentes o directivos, por lo general comparten un perfil que implica características y actitudes compatibles con la responsabilidad de dichos cargos. Sugerimos aquí 9 reglas de un buen líder.
La cercanía. Los colaboradores son, además de funcionarios, personas. Aunque es obvio, muchos directivos tienden a olvidarlo. Por tanto, el respeto es sólo un aspecto de la relación entre director y subordinado. Una relación cercana- no de amistad, pero sí de sensibilidad mutua- genera buen ambiente y lealtad.
Información. Involucrar a los empleados en la visión y misión de una empresa, informándoles de los planes, cambios y proyecciones, hace que el personal se sienta parte de la organización y comparta las metas. Si no hay claridad en lo que se quiere lograr como institución, difícilmente se trabajará para ello. Permitirles aportar ideas también constituye una gran práctica para la integración.
Motivación. Un empleado motivado rinde el doble, es claro. Por ello, los directivos deben manejar la información profesional de su equipo, sus esfuerzos y logros para animarlos a seguir adelante. Por otra parte, como las personas también se equivocan, los errores deben ser considerados como un punto a mejorar, una forma de aprender, una instancia de crecimiento. Los directivos que enloquecen con los errores de sus empleados, reaccionan mal y generan una cadena que puede poner en riesgo cualquier plan de proyección a futuro.
Crecimiento colectivo. Una empresa crece cuando lo hacen los empleados. Dar posibilidades de estudio y perfeccionamiento no sólo genera agradecimiento por parte de las personas, sino que mejora el rendimiento total de la institución. Esto también incluye la capacitación en términos humanos, no únicamente profesional. Cursos de crecimiento personal, manejo de estrés y otros similares, son un gran aporte.
Equilibrio entre cliente externo e interno. Si bien, la organización apunta al cliente externo, a darle satisfacción como primera prioridad, también resulta esencial equilibrar la balanza hacia las personas que hacen que ese primer objetivo se cumpla.
Ser un ejemplo. Hay cientos de historias de gerentes que se han rebajado el sueldo en tiempos de crisis. Ellos pasan a ser un buen ejemplo para la empresa y para el mundo. Quizás esa actitud no siempre sea viable- sobre todo en compañías latinoamericanas, lo sabemos- pero el ejemplo en cuanto a actitud, a trato, honestidad, además del conocimiento del personal con el que trabaja (punto cercanía) son parte importante de las características de un buen directivo.
Decisiones justas. Dejarse llevar por la amistad o la filiación compartida con un colaborador puede ser un mal consejo. La buena práctica directiva implica ser lo más imparcial posible tanto a la hora de escuchar, considerar, premiar o llamar la atención de un empleado. Un directivo puede ser una persona poco empática, pero si es justa será respetada.
Alejarse de los insidiosos. Siempre habrá alguien que, por sobresalir ante los “ojos del jefe” intentará poner mal a algún grupo o persona de la empresa. El directivo no debe, por ningún motivo, prestarse para el juego. Si tiene dudas, investigará por su cuenta. En lo posible, un buen directivo no se rodeará de insidiosos.
Honestidad ante todo. Finalmente, la verdad debe imponerse siempre, aunque duela. Todo se puede decir con buenas palabras y todo debe decirse de frente. Los rumores, comentarios o insinuaciones de otros colaboradores sobre alguien en particular, deben ser detenidos a tiempo y confrontados con la persona que se encuentre en medio de un conflicto.