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¿Más estudios, más desempleo? la paradoja laboral de México, según la OCDE

El camino académico no siempre conduce al empleo. En México, quienes alcanzan la universidad o el posgrado enfrentan más obstáculos para insertarse laboralmente que quienes no completan la educación básica.
  • Las universidades mexicanas tienen mayoría femenina (53%), con preferencia por negocios, administración y derecho, refiere la OCDE.

  • El STEM atrae al 26% y humanidades al 12% del alumnado.

  • A diferencia de otros países, un mayor nivel educativo en México no garantiza menor desempleo.

 

Foto de Bigstock

En México, la idea de que más educación asegura mejores oportunidades laborales ha sido un mantra durante décadas. Desde la infancia, se escucha “estudia y tendrás un buen trabajo”, un mensaje que se ha repetido en hogares, escuelas y medios de comunicación. Sin embargo, la realidad demuestra que esta ecuación no siempre se cumple. Mientras que en muchos países un título universitario representa un salvavidas frente al desempleo, en México quienes alcanzan niveles más altos de educación no siempre encuentran un lugar seguro en el mercado laboral.

De acuerdo con datos de la OCDE,  México se enfrenta al dilema de que entre más alto el nivel de estudios, más difícil es conseguir empleo. Y es que en el promedio OCDE un título universitario reduce el desempleo al 4.9%, en nuestro caso sube a 4.3% en comparación al 2.7% de quienes ni acabaron la prepa.

Incluso aquellos con educación media superior, como preparatoria o bachillerato, enfrentan una situación más incierta que personas con niveles educativos menores. Esta tendencia se convierte en un fenómeno particular dentro del contexto global, donde la correlación entre educación y empleo suele ser más directa: a mayor formación, menor desempleo.

La desconexión entre educación y mercado laboral

Este fenómeno refleja problemas estructurales que van más allá del esfuerzo individual. México ha logrado avances importantes en términos de cobertura educativa, reduciendo de manera gradual la proporción de jóvenes que no completan la educación media superior. Sin embargo, los sistemas educativos del país todavía enfrentan desafíos significativos en infraestructura, financiamiento y vinculación con la demanda laboral real. Muchos programas de estudio no se alinean con las necesidades de la industria, lo que provoca un desajuste entre las competencias de los graduados y los requerimientos de los empleadores.

Este desajuste se manifiesta en la paradoja: aunque un título universitario puede aumentar significativamente los ingresos promedio de quien lo posee, no garantiza estabilidad laboral. Quienes alcanzan estudios de posgrado o maestría tienen acceso a mejores salarios y condiciones laborales más estables, pero representan un porcentaje muy bajo de la población joven. Esto evidencia un doble reto: ampliar el acceso a educación avanzada y asegurar que la misma esté vinculada a oportunidades concretas de empleo.

Las personas que cuentan con estudios de maestría o posgrado tienen mayores oportunidades de conseguir empleos mejor remunerados en comparación con quienes únicamente poseen un título universitario. No obstante, en México apenas el 2% de los adultos de 25 a 34 años ha alcanzado este nivel educativo, muy por debajo del promedio de la OCDE, que se sitúa en 16%.

El patrón revela que la educación en México no se comporta como un seguro automático de empleo, sino más bien como un mecanismo de diferenciación salarial. Quienes completan estudios universitarios logran percibir ingresos superiores a la media nacional, pero enfrentan una competencia laboral intensa y un mercado que no siempre puede absorber a todos los egresados. Esta situación cuestiona la narrativa tradicional de que estudiar garantiza prosperidad y seguridad económica, y abre la discusión sobre cómo el sistema educativo puede convertirse en un instrumento realmente efectivo de movilidad social.

Replantear la educación como estrategia laboral

Analizar esta paradoja permite comprender que el problema no radica en la educación en sí misma, sino en cómo se conecta con el entorno laboral y las oportunidades reales de empleo.

Además, se observa que la educación avanzada sí ofrece ventajas económicas a largo plazo. Los profesionales universitarios y de posgrado pueden acceder a empleos con mejores salarios, incluso si el riesgo de desempleo a corto plazo es más alto. Esto genera un escenario en el que estudiar sigue siendo una inversión rentable, pero con un perfil de riesgo diferente al que se suele imaginar. En otras palabras, la educación garantiza mejores ingresos, pero no siempre asegura una ocupación inmediata o estable.

 

 

 

 

 

 

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