
La expansión del auto chino en el mercado mexicano podría enfrentarse a su mayor reto. El gobierno federal anunció que prepara aranceles para vehículos ligeros, plásticos y componentes electrónicos provenientes de China. Marcelo Ebrard, secretario de Economía, explicó este martes que la medida busca reducir el déficit comercial con ese país y, al mismo tiempo, impulsar la producción nacional dentro de la estrategia de nearshoring que Norteamérica ha acelerado en los últimos años.
En menos de un lustro, las marcas chinas pasaron de ser prácticamente desconocidas a ocupar un lugar de privilegio en las ventas de autos nuevos. En 2024 alcanzaron una participación del 21.3 por ciento del mercado, cifra que en 2025 ronda ya el 20 por ciento, de acuerdo con el INEGI. Firmas como MG Motor, BYD, JAC, Chirey, GWM y Changan han irrumpido con modelos competitivos en precio y equipamiento, seduciendo a consumidores que buscaban alternativas frente a las marcas tradicionales.
Asimismo, durante el primer semestre de 2025 se comercializaron más de 108 mil vehículos de origen chino en México, consolidando a estas compañías como una de las fuerzas emergentes en el sector. China, además, se convirtió en el principal proveedor de autos importados: casi tres de cada diez vehículos que ingresaron al país en lo que va del año llegaron desde aquel mercado, con un valor que superó los dos mil millones de dólares en envíos.
¿Qué pasa con los aranceles?
Marcelo Ebrard enfatizó que la política no busca castigar a los consumidores, sino fortalecer la industria mexicana. Según explicó, los aranceles solo se aplicarán en aquellos productos que tengan sustitutos locales o de países con los que México mantenga acuerdos comerciales. “Si no lo puedes reemplazar, no lo puedes imponer un arancel. Eso es lo congruente con lo Hecho en México”, subrayó el funcionario.
El objetivo es contener el déficit con China, que sigue en aumento, y proteger a sectores clave como el automotriz y el electrónico. Pero la medida abre un debate inevitable: los precios de los autos chinos podrían elevarse, lo que afectaría directamente a quienes ya poseen uno o planean adquirirlo. El atractivo de estas marcas ha estado en ofrecer vehículos con más tecnología a precios más bajos; sin embargo, un ajuste arancelario podría desdibujar esa ventaja competitiva.
En ese sentido, el anuncio ocurre en medio de la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y en un contexto de mayor presión de Washington para reducir la dependencia de Asia. Ebrard recordó que Estados Unidos ha tomado la decisión de trasladar parte de la producción a la región. “Si produces en Asia, tienes que pensar en producir en Norteamérica. Habrá cosas que se hagan en Estados Unidos y otras en México”, explicó.
Las cifras son contundentes. México y Estados Unidos importan de Asia mercancías por alrededor de 500 mil millones de dólares anuales. Reemplazar tan solo un 30 por ciento de esas importaciones equivaldría a 150 mil millones de dólares en producción regional. Para dimensionar el potencial, basta recordar que México exporta cerca de 80 mil vehículos al año, un número que podría multiplicarse si logra aprovechar el giro industrial que supone el nearshoring.
Un sector estratégico en transición
La industria automotriz es uno de los pilares de la economía mexicana. En 2024 se produjeron casi cuatro millones de vehículos en el país, y las expectativas para 2025 apuntan a un crecimiento superior al 2.5 por ciento. Se trata de un sector que no solo genera divisas, sino que articula una extensa red de empleos, proveedores y cadenas de valor.
La llegada masiva de autos chinos ha generado entusiasmo entre los consumidores, pero también preocupación entre los fabricantes locales y las armadoras establecidas en México. La posibilidad de que los aranceles encarezcan estas unidades abre una ventana de oportunidad para las plantas ya instaladas en el país, que podrían cubrir parte de la demanda con modelos producidos bajo el paraguas del T-MEC.
El efecto más inmediato de los aranceles recaerá en el bolsillo de los consumidores. Quienes ya poseen un auto chino podrían enfrentar aumentos en refacciones y servicios posventa, mientras que los compradores potenciales verán encarecidos los modelos que hace apenas unos meses parecían imbatibles en precio. La apuesta por un coche chino, que se consolidó en los últimos años como una alternativa accesible y equipada, ahora se enfrenta a un escenario incierto marcado por la política comercial y la geopolítica internacional.
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