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Dentro de cinco años, Gartner cree que el 75 % del trabajo de TI consistirá en actividad humana potenciada por IA.
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La automatización de tareas repetitivas y de bajo valor ha llevado a una disminución de puestos de entrada.
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Solo el 31% de la Gen Z considera estar plenamente preparada para afrontar un mercado laboral cada vez más digital, según Caligrafix.

En los últimos años, el sector tecnológico ha vivido una transformación profunda que no solo afecta a la innovación, sino también al perfil de su fuerza laboral. Empresas como Meta y Microsoft, que alguna vez representaron las puertas de entrada para jóvenes profesionales en tecnología, ahora muestran una realidad preocupante: los puestos de nivel inicial están desapareciendo con rapidez. Entre 2023 y 2025, la participación de trabajadores de 21 a 25 años en estas compañías cayó de 15% a apenas 6.8%, mientras que la edad promedio del sector pasó de 34 a 39 años. Este fenómeno refleja un cambio estructural impulsado por la automatización y la integración masiva de inteligencia artificial (IA) en las operaciones diarias.
El impacto es doble. Por un lado, los gigantes tecnológicos buscan optimizar sus procesos y aumentar la productividad; por otro, los jóvenes que solían aspirar a un primer empleo en programación, soporte o desarrollo de software se encuentran con barreras crecientes. La IA no solo asume tareas repetitivas, sino que también empieza a desempeñar roles que antes requerían supervisión humana, dejando pocos espacios para aprender en el terreno laboral tradicional. Gartner proyecta que, aunque actualmente 8 de cada 10 tareas en IT se realizan con intervención humana directa, para 2030 casi no habrá trabajo tecnológico sin la asistencia de bots o sistemas automatizados.
Este cambio no significa que las oportunidades desaparezcan por completo, sino que los criterios de empleabilidad se redefinen. Los reclutadores buscan habilidades específicas: manejo de herramientas de IA, conocimientos de ciberseguridad, capacidad de integrar soluciones automatizadas y experiencia demostrable a través de proyectos propios. En otras palabras, ya no basta con un título universitario o la experiencia mínima; se requiere evidencia tangible de dominio de tecnologías emergentes y de la capacidad de adaptarse a entornos cada vez más automatizados.
Habilidades que marcan la diferencia
El panorama exige una adaptación estratégica por parte de los jóvenes interesados en el sector. Mientras las grandes corporaciones consolidan sus estructuras de talento y priorizan perfiles más maduros, los profesionales emergentes deben construir un portafolio que muestre valor más allá de la edad o la posición jerárquica. Esto incluye desarrollar proyectos de IA, participar en hackatones, contribuir a código abierto y generar soluciones que integren automatización y seguridad digital.
La situación también plantea un reto educativo y social. Las universidades y programas de formación tecnológica deben actualizar sus planes para enseñar no solo lenguajes de programación y fundamentos de software, sino también cómo interactuar con la inteligencia artificial de manera efectiva. La generación que ingrese al mercado en los próximos cinco años no tendrá la ventaja de roles clásicos para aprender, sino que deberá demostrar competencia en áreas que combinan creatividad, análisis de datos y dominio de herramientas avanzadas.
Desde la perspectiva de la industria, esta transformación tiene un efecto colateral interesante: la experiencia de los trabajadores mayores se convierte en un recurso valioso. Las empresas dependen cada vez más de talento que pueda integrar la IA en flujos de trabajo complejos y gestionar proyectos que requieren juicio humano. Así, la fuerza laboral se vuelve menos homogénea y más especializada, y los perfiles jóvenes deben encontrar maneras de insertarse de forma diferenciada, aportando innovación y habilidades técnicas únicas.
Un factor que no puede subestimarse es la aceleración de la digitalización en sectores más allá del tradicionalmente tecnológico. La IA está entrando en finanzas, manufactura, salud y comercio, lo que abre nuevas oportunidades para quienes estén preparados. Sin embargo, el requisito común es claro: conocimiento aplicado de sistemas inteligentes y capacidad de adaptarse a entornos donde los bots ejecutan tareas rutinarias y los humanos agregan valor estratégico.
En síntesis, Meta y Microsoft no solo lideran la innovación tecnológica, sino también la redefinición de quién puede acceder a este ecosistema laboral. El mensaje para los jóvenes es la espera de un puesto de entrada tradicional ya no garantiza una carrera en tecnología. La jugada estratégica es anticiparse al cambio, construir un perfil robusto en habilidades emergentes y buscar oportunidades donde la creatividad y la especialización tecnológica converjan.
El futuro del empleo en tecnología ya no se define por la edad ni por el acceso a un cargo inicial, sino por la capacidad de integrar la inteligencia artificial, adaptarse a la automatización y generar soluciones propias que marquen la diferencia en un mercado cada vez más competitivo y selectivo. La pregunta que queda abierta es si la educación y las políticas laborales podrán seguir el ritmo de esta transformación, o si los jóvenes deberán asumir un papel más activo y autodidacta para no quedarse fuera del nuevo mapa tecnológico global.
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