
Mientras los fanáticos de “El Juego del Calamar 3” se multiplican en México tras el estreno de la nueva temporada en Netflix, un dato ha llamado la atención: Tamaulipas lidera el interés nacional por la serie, según Google Trends. ¿Es casualidad que este mismo estado haya sido durante años uno de los más golpeados por la violencia?
Según datos recientes de la plataforma Google Trends, que mide el volumen de búsquedas sobre diversos temas, los tamaulipecos han mostrado el mayor interés por la serie en los últimos siete días, superando a entidades como Tlaxcala, Coahuila, Campeche, Durango y Guerrero.
Municipios tamaulipecos con más seguidores del Juego del Calamar 3
Dentro del estado, los municipios más atentos al fenómeno surcoreano son Ciudad Mante, Ciudad Río Bravo, Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, varias de ellas localidades marcadas por años de enfrentamientos armados y crisis de seguridad.
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Juego del Calamar 3, violencia en pantalla
“El Juego del Calamar”, serie creada por Hwang Dong-hyuk, ha sido tema de conversación global desde su primera temporada por su crudeza. A través de un juego mortal, la historia retrata cómo personas con deudas desesperadas arriesgan sus vidas en una competencia brutal por dinero. Sin embargo, el propio director ha defendido el contenido violento como una metáfora sobre la desigualdad, la desesperación y la competitividad en sociedades capitalistas.
“Refleja cómo las personas se encuentran en un callejón sin salida después de no poder sobrevivir en una sociedad competitiva”, explicó Hwang a la agencia Yonhap. También añadió que la violencia que se muestra en pantalla tiene una función crítica y no meramente sensacionalista.
Para Vladimir Tikhonov, experto en estudios coreanos, este tipo de producciones funcionan como una denuncia de la violencia estructural y los efectos del sistema económico. La popularidad de esta narrativa en ciertos estados mexicanos plantea una pregunta incómoda: ¿por qué se identifica tanto la audiencia tamaulipeca con este tipo de ficción?
Una sombra que aún no desaparece
En 2021, cuando la primera temporada llegó a Netflix, Tamaulipas enfrentaba un pico de violencia. Según un estudio de la Universidad Iberoamericana, ese año fue el estado más letal en enfrentamientos entre el crimen organizado y fuerzas del orden. Uno de los episodios más alarmantes ocurrió en junio, cuando un ataque en Reynosa llevó al gobierno de Estados Unidos a emitir una alerta de seguridad y restringir movimientos de su personal en la región.
A pesar de que ciudades como Tampico han mejorado significativamente en seguridad y hoy son consideradas más estables, el estigma permanece. Las cicatrices emocionales, el miedo colectivo y la desconfianza siguen siendo parte del panorama social. Como dijo un habitante de Tampico hace años: “Viajar por carretera era lo mismo que un suicidio”.
Aunque hoy se hable de recuperación, la percepción no ha cambiado al mismo ritmo que las estadísticas. Pocos se atreven a visitar el estado, y su reputación como zona de riesgo continúa pesando en la memoria nacional.
¿Ficción como catarsis?
Lo que propone “El Juego del Calamar” es más que un entretenimiento sangriento: es una crítica aguda a los sistemas que oprimen, desechan y marginan. Al ver cómo los protagonistas son llevados a situaciones extremas para sobrevivir, muchos tamaulipecos podrían encontrar un espejo, una catarsis o simplemente un reflejo incómodo de lo vivido.
Como dijo su creador, la serie lanza una pregunta al aire: “¿Quién diseñó este sistema? ¿Quién nos obliga a competir hasta perderlo todo?”. En lugares donde la vida se ha visto marcada por el abandono estatal, la pobreza y la violencia, la respuesta quizás no es tan difícil de imaginar.