
La noticia cayó como una ficha de dominó en una partida que muchos no vieron venir: Hasbro, el icónico fabricante de juegos como Monopoly y Nerf, ha despedido al 3% de su plantilla global, lo que representa unos 150 empleados. Si bien la cifra puede parecer menor en papel, se trata de un nuevo capítulo preocupante en una saga que involucra más que simples juguetes: se juega con la economía de cientos de familias y, en mayor escala, con los engranajes de una industria cada vez más presionada por la política internacional.
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Detrás de este movimiento, se esconde una realidad que viene gestándose desde hace años: la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Los recientes aranceles implementados por el expresidente Donald Trump —que continúan afectando los flujos comerciales— han elevado los costos de producción de manera crítica para empresas como Hasbro, que aún importa la mitad de sus productos desde el gigante asiático.
Hasbro y la difícil partida contra los aranceles
Según Chris Cocks, director ejecutivo de Hasbro, el impacto de los aranceles podría llegar a los 300 millones de dólares en 2025, un golpe que no solo afecta a la compañía sino también a consumidores y accionistas. “Los aranceles se traducen en precios más altos para los consumidores, posibles pérdidas de empleo y menores ganancias”, afirmó Cocks en una reciente conferencia. En otras palabras, el encarecimiento del juguete de hoy puede ser el desempleo de mañana.
Este recorte no es un hecho aislado. Desde diciembre de 2023, la empresa había anunciado una meta de reducir su fuerza laboral en casi 1.900 empleados. El despido de los 150 trabajadores recientes es parte de un proceso más amplio de reestructuración que no parece tener un final cercano. Con un panorama comercial incierto y una demanda global cada vez más cambiante, Hasbro se enfrenta a uno de los mayores desafíos de su historia reciente.
Hasbro y la amenaza del tablero global
Aunque Hasbro planea reducir su dependencia de China al 40% para 2026, el proceso será largo y costoso. Mientras tanto, los aranceles de importación, que podrían escalar hasta el 145%, amenazan con estrangular sus márgenes de ganancia. Esta situación podría traducirse en productos más caros en las estanterías y menos innovación en un mercado donde la competencia es feroz.
El riesgo no termina en Hasbro. Lo que ocurre en esta compañía podría replicarse en otras del sector juguetero y manufacturero. Una guerra comercial no solo afecta a las grandes corporaciones, sino también a proveedores, minoristas y consumidores. El golpe final puede sentirse en la economía de los hogares, donde el aumento de precios y la pérdida de empleo son amenazas reales.
¿Un juego que ya no divierte?
En una industria que tradicionalmente ha representado alegría, creatividad e inocencia, las recientes decisiones revelan un trasfondo amargo: el juego ya no es solo para entretener, también es para sobrevivir. La incertidumbre que generan los vaivenes de la política económica mundial convierte a cada ficha que mueve Hasbro en una apuesta riesgosa.
Quizás lo más inquietante de esta historia es que no parece tener un ganador claro. Ni los empleados despedidos, ni los consumidores que pagarán más, ni siquiera los accionistas, que ven cómo se reduce su retorno. En este tablero, donde las reglas cambian sin previo aviso, todos están en jaque. Y si algo queda claro, es que las guerras comerciales no se juegan con dados. Se juegan con empleos, familias… y futuros.
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