
El ecosistema digital actual no solo transforma la forma en que las personas compran, interactúan y se informan. También impacta en la química cerebral y, en consecuencia, en la inteligencia emocional de millones de consumidores.
Así lo advierte el informe “El nuevo opio del consumidor: Dopamina, redes sociales y el efecto en la Inteligencia Emocional”, elaborado por Broward International University (BIU).
Según el estudio, el 70.7% de los mexicanos usa redes sociales a diario, con un promedio de 3 horas y 12 minutos de exposición continua a pantallas.
Este nivel de consumo digital redefine los procesos emocionales, al modificar el sistema de recompensa cerebral mediante estímulos inmediatos, como “me gusta”, visualizaciones o reacciones. En este modelo, las marcas ya no solo venden productos: venden activadores dopaminérgicos.
Inteligencia Emocional: Atención fragmentada en la salud emocional
Daniel Carlés, profesor de BIU, señala que las plataformas digitales explotan los mecanismos de recompensa del cerebro para retener la atención a toda costa.
Este fenómeno ha generado consecuencias visibles: mayores niveles de ansiedad, reducción de la concentración, fragilidad en las relaciones humanas y pérdida progresiva de la capacidad de autorregulación emocional.
El informe destaca que la atención promedio frente a una pantalla ha descendido a solo 47 segundos, según investigaciones de Gloria Mark. Este nivel de dispersión no solo afecta el rendimiento académico o profesional, sino también la capacidad de empatía, reflexión y conexión real.
“Transmitimos versiones optimizadas de nosotros mismos a audiencias distraídas”, afirma el estudio, al referirse a cómo los usuarios moldean su identidad en función de la validación digital, más que por experiencias genuinas.
En este contexto, la calidad de los vínculos emocionales se ve comprometida. La biología del apego emocional requiere interacción multisensorial, pausas, contacto visual y presencia.
Ninguno de estos elementos prevalece en redes sociales diseñadas para incentivar respuestas instantáneas y reacciones continuas.
Un llamado a rehumanizar el marketing y medir distinto
El análisis de BIU no se limita a la crítica. Propone una transformación profunda del marketing digital, donde las marcas asuman un papel más empático, ético y consciente del impacto que generan en la salud mental colectiva.
Entre las recomendaciones del estudio destacan:
- Incorporar principios de neurociencia afectiva en el diseño de plataformas.
- Medir la calidad del vínculo con el consumidor, más allá del número de clics o tasas de retención.
- Crear espacios donde la pausa, la desconexión y el silencio formen parte del recorrido digital.
- Desarrollar contenidos que promuevan el bienestar emocional, sin manipular la vulnerabilidad del usuario.
Casos como los de Headspace o Patagonia reflejan modelos de marca que priorizan la salud emocional y la autenticidad en sus estrategias de comunicación.