
El home office dejó de ser una solución temporal para convertirse en una nueva norma en muchas partes del mundo. Lo que comenzó como una respuesta urgente a la pandemia, hoy se consolida como una práctica establecida, especialmente entre profesionales con educación universitaria. Sin embargo, no todos los países han adoptado el trabajo remoto con la misma intensidad: el teletrabajo no se distribuye de forma equitativa en el planeta y refleja profundas diferencias culturales, económicas y laborales.
Un reciente estudio realizado por el ifo Institut entre noviembre de 2024 y febrero de 2025 ofrece una radiografía global del teletrabajo en 44 países. Los resultados revelan que el modelo híbrido una combinación de días presenciales y remotos se ha instalado con fuerza en naciones de habla inglesa, mientras que en otras regiones el regreso a la oficina sigue siendo la norma.
Canadá lidera el ranking con un promedio de 1,9 días de trabajo remoto por semana, seguido de cerca por el Reino Unido (1,8) y Estados Unidos (1,6). Este grupo, integrado por países angloparlantes, muestra una clara inclinación hacia esquemas laborales más flexibles, que parecen haberse arraigado más allá de la coyuntura sanitaria.
En Europa continental, la práctica del home office es más moderada y América Latina, por su parte, presenta cifras aún más bajas: Brasil (1,4), Argentina (1,3) y México (1) encabezan la lista regional. Asia se ubica al final del ranking, con promedios entre 0,5 y 1 día por semana, lo que revela una preferencia más marcada por la presencialidad.
Más allá de los promedios, el estudio sugiere que el trabajo remoto no solo está redefiniendo rutinas laborales, sino también las dinámicas sociales. De acuerdo con el informe, esta flexibilidad puede tener efectos duraderos, como una mayor inclusión de mujeres y personas con discapacidad en el mercado laboral, e incluso podría incidir en decisiones de vida como la crianza o la planificación familiar.
A cinco años del inicio de la pandemia, el home office ya no es una excepción. Es un nuevo orden laboral que se expande a diferentes velocidades, dependiendo de cada sociedad. Y aunque la jornada laboral desde casa no sustituye completamente al modelo tradicional, sí lo está reconfigurando con consecuencias que van mucho más allá de la oficina.