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60 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en la Unión Europea, lo que equivale a 132 kilos por persona, según datos de la Comisión Europea.
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El desperdicio de comida representa un coste anual de 132 mil millones de euros en Europa, según la FAO.
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Las etiquetas utilizan tecnologías propias como Addvibe y Stiint.

Ante la creciente preocupación por el desperdicio alimentario en Europa, un grupo de jóvenes emprendedores españoles ha encontrado una solución que promete transformar la industria alimentaria, se trata de una etiqueta biodegradable que detecta, en tiempo real, el estado de los alimentos y cambia de color cuando comienzan a descomponerse.
La startup Oscillum, liderada por Pilar Granado, Pablo Sosa Domínguez y Luis Chimeno, ha creado esta innovadora etiqueta que actúa como un “sensor visible”. A través de una matriz de polímero biodegradable y tecnología propia como Addvibe y Stiint, el sistema reacciona a los compuestos que liberan las bacterias al multiplicarse. Así, lo que antes era una decisión basada en el aspecto del alimento o en la fecha de caducidad, ahora puede determinarse con mayor precisión científica.
🎓🇪🇸 Los Alumni UMH Pilar Granado, Pablo Sosa y Luis Chimeno, promotores de la empresa del @PcientificoUMH Oscillum, han sido los únicos españoles galardonados en el Premio Jóvenes Inventores 2025. 🏆💡
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— Alumni UMH (@AlumniUMH) May 6, 2025
Su aplicación es tan amplia como práctica, pues se incluye en alimentos como carnes, pescados, frutas, verduras o productos envasados pueden beneficiarse de este tipo de etiquetado activo. No solo alerta visualmente si un alimento ya no está en condiciones de ser consumido, sino que además contribuye a preservar su sabor, textura y valor nutricional durante más tiempo.
Curiosamente, la idea no surgió en un laboratorio de alta tecnología, sino en una cocina doméstica. Mientras eran estudiantes, los fundadores se enfrentaron al dilema cotidiano de decidir si un alimento seguía siendo seguro solo por su apariencia. Aquella incógnita se transformó en un proyecto de alto impacto gracias a su participación en programas de apoyo al emprendimiento y al respaldo financiero del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.
Más allá de su utilidad individual, este invento tiene el potencial de generar un cambio sistémico en toda la cadena de valor alimentaria, al reducir mermas, evitar intoxicaciones y combatir uno de los mayores desafíos de la Unión Europea: los 60 millones de toneladas de comida que se desperdician anualmente.
En ese sentido, según el Índice de desperdicio de alimentos 2024 del PNUMA, más de 600 millones de toneladas de alimentos fueron desechados en hogares en todo el mundo en 2022, representando así hasta el 60 por ciento del total mundial de alimentos desechados ese año.
Tan sólo, en Latinoamérica y el Caribe, se analizaron once países, destacando a República Dominicana con el mayor porcentaje de desperdicio de alimentos en hogares: 160 kg por persona en 2022, mientras que Colombia tuvo el menor con 70 kg per cápita. Brasil generó 94 kg de basura alimenticia por persona, donde no hubo correlación entre ingresos y producción de residuos. Y es que el 62 por ciento de la basura en Brasil fueron frutas y vegetales, el 16 por ciento productos de panadería, mientras que carne y productos lácteos representaron el 11 por ciento cada uno, con el 39 por ciento siendo residuos comestibles. Este desperdicio tiene graves impactos ambientales y sociales, considerando que casi el 30 por ciento de la población mundial padecía inseguridad alimentaria en 2022, afectando hasta 783 millones de personas con hambre.
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