Internacional.- Ayer se llevó a cabo la inauguración de la onceava edición de Zona Maco, la feria de arte contemporáneo en México más importante de los últimos años.

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El circuito sirve para que galerías nacionales e internacionales, atrapen a los coleccionistas con lo mejor de sus artistas a lo largo del año, y en esta edición agregaron artistas internacionales de arte moderno de la talla de Picasso y Miró, haciendo mucho más amplia su oferta de compra-venta a mercados que no habían contemplado al quedarse en el límite de lo contemporáneo y, en el caso del arte moderno, sólo en el panorama latinoamericano. De este modo, las posibilidades de exposición y también de venta, son mucho más amplias.

Si bien cualquiera puede acceder a la feria y ser partícipe de la dinámica contemplativa del arte, la adquisición es un tema aparte y ahí es donde se enfocan solamente en los coleccionistas de entre 40,000 asistentes. Los precios de las obras van desde los 700 dólares a los 7 millones. Las cifras pueden no ser sorprendentes si se comparan con los 350 millones de libras que el artista Damien Hirst ha ganado solo con su trabajo siendo uno de los artistas vivos que mejor se venden actualmente, y que por cierto, también forma parte de Zona Maco gracias a la galería mexicana Hilario Galguera.

En Zona Maco tenemos oportunidad de ver dos caras distintas del arte: por un lado, ese que necesita y se nutre de la mercadotecnia y de las marcas. La feria está rodeada de patrocinadores y revistas, la dinámica se enfoca en los coleccionistas y el dinero, toda la feria parece gritar la palabra “status”. En cierta forma, se sigue alimentando la idea de un arte institucionalizado, accesible solo a ciertos sectores de la sociedad, que se hace válido entre los muros blancos asignados a las galerías.

Por el otro, está la ironía del mismo arte contemporáneo, que durante años ha mantenido una lucha con la institución, con el capitalismo y el comercio. El arte es excesivamente irónico, descarado. La galería Unix, por ejemplo, trae al colectivo Desire Obtain Cherish, cuyas instalaciones y esculturas se burlan directamente del consumismo y de las marcas, especialmente de las de lujo: Chanel y Saint Laurent son objetivos recurrentes. Se burlan del arte mismo, de lo que está pensado como válido, y de la misma sociedad que consume ese arte. Y sin embargo están ahí, dentro de los muros de la galería en el espacio de la feria, esperando a ser vendidas.

Muchos se irían por el camino más fácil argumentando que se trata de una contradicción por parte del colectivo de artistas. Que critican de lo que viven, que es hipocresía. Pero el arte siempre ha buscado espacios y formas de ironizar. Su trabajo es, precisamente, abrir el debate, generar reflexión, incluso a costa de que los llamen hipócritas, o de que el espectador piense que sus argumentos son inválidos, que sus representaciones son basura sin forma ni fondo. Esa fue la pelea del arte moderno, sigue siendo la del arte contemporáneo.

Zona Maco cuenta entre las marcas participantes a Tequila 1800, Perrier, Heineken, Nike, Banamex, BMW y Ruinart, pero no por ello dejan fuera de sus posibilidades de venta al artista Piero Manzoni, mejor conocido como el artista que creó Merda d’artista, con la galería Cardi. Así es como la feria más importante de Latinoamérica en su rubro, alimenta el círculo eterno de la dinámica comercio-coleccionistas-artistas-ironía.