Por si fuera poco, comparte más de 3 mil kilómetros de frontera con la nación más poderosa del orbe, lo que le da un acceso inmediato al mercado más grande y con mayor poder económico.
Sin embargo, tales ventajas no lo son en el plano futbolístico. La zona en la que se encuadra el país es, desafortunadamente, la más atrasada del planeta y aunque ha supuesto algunas ventajas como la de calificar casi permanentemente a los Mundiales de la especialidad, la realidad es que el nivel de la región es ínfimo -salvo algunas excepciones- y eso le ha impedido desarrollar a México el potencial de su futbol.
Hablando del balompié, nuestro país parece estar en la parte equivocada del continente, el rico sur está muy alejado del empobrecido norte y la CONCACAF palidece ante el nivel que muestra la CONMEBOL, su contraparte austral.
Por eso cuando hace unos años, se abrió la posibilidad de que el futbol mexicano asistiera en calidad de invitado a jugar las competencias septentrionales, se pensó que una vez abierta esa puerta tan deseada por mucho tiempo, habría que hacer todos los esfuerzos necesarios para que no se perdiera nunca ese privilegio.
Por fin, los clubes mexicanos podrían enfrentarse a sus pares del Cono Sur en un torneo oficial y medirían fuerzas para conocer su real nivel, ese que no podían demostrar a plenitud al enfrentar a las débiles escuadras de las ligas del norte.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y lo que en su momento parecía ser una ocasión única, hoy se mira por debajo del hombro y aparentemente se desprecia.
Después de 18 años de participación en la Copa Libertadores de América, el saldo de los equipos mexicanos es de regular a malo con excepción de tres distintos conjuntos (Cruz Azul, América y el más reciente, Tigres) que se quedaron en la orilla del subcampeonato.
Fuera de eso, daba la impresión de que a las escuadras nacionales más les parecía un fastidio tener que viajar frecuentemente hasta el sur, que la ilusión de participar en el más añejo torneo de clubes a nivel mundial.
Un torneo incomprendido
Cuando uno escucha hablar a jugadores, dirigentes o hinchas sudamericanos sobre la Libertadores, la voz se transforma y los ojos brillan. Para ellos la Copa, lo es todo.
Es la posibilidad de transcender internacionalmente, de hacerse un nombre a nivel continental y de llamar la atención a la siempre expectante mirada de los monstruos del futbol europeo.
Y como todo en la vida se moderniza, la Libertadores no fue la excepción y la CONMEBOL decidió introducir modificaciones para hacerla más atractiva y para ganar más dinero con el certamen.
Uno de los cambios tiene que ver con la introducción de más equipos participantes. Al hacer el torneo más largo, se requiere más tiempo para jugarse y ello supone mover el calendario actual hacia otro distinto que no necesariamente es bueno para todos.
Es el caso del futbol mexicano, que desde que estas reformas fueron anunciadas, no ha terminado de quejarse y amenaza con dejar plantada a la Copa Libertadores, un día sí y otro también.
En el futbol, son pocos los blasones que tenemos para presumir y participar anualmente en Sudamérica ha ayudado a mejorar el nivel y sobre todo, en la parte psicológica, a superar los miedos que nos acechan cuando se enfrentan rivales más cualificados.
Además, está claro que los patrocinadores nos quieren y necesitan, por ello Fox Sports, dueña de los derechos de transmisión y Bridgestone, naming right del torneo, no se van a quedar de brazos cruzados.
La Liga Mx debería de agotar cuanta posibilidad exista antes de perder semejante invitación que no se otorga al que sea. Dejemos de ser un simple invitado malacopa y lancémonos finalmente a la conquista de América.
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