Por Camila González
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Un hippie gringo, con barba larga y clásicos lentes de nerd, fue el verdadero inventor de Twitter en 2004. Sin embargo, a pesar de que esta red social hoy está evaluada en 10 mil millones de dólares -¿es posible dimensionar tantos ceros?- el mechudo Evan Henshaw-Plath basa su felicidad en darle el tetero a su hijo, en los paseos en su carro viejo y en cada sorbo de mate.

La historia se remonta a 1999. En una manifestación contra la Organización Mundial del Comercio, se reunieron cientos de geeks, entre ellos Evan, quien se contagió de la euforia por la causa y las ganas locas de cambiar al mundo, y puso a sus servicios toda su capacidad: claro, era un genio de los sistemas y un hacker apasionado.

Todo empezó con una página web contestataria para delatar los abusos del poder. Eran hacktivistas (hacker-activistas). Pero bueno, ¿y los 140 caracteres cuándo llegaron a la mente de Evan? Se la debe a George Bush y a su miedosa idea de ser reelegido. Tal cual, para complotar contra esta funesta posibilidad para Estados Unidos y establecer una red para informarse entre sí, estos personajes buscaron, sin suerte, diferentes vehículos. Tampoco tuvieron la suerte de que Bush no fuera de nuevo su presidente. Pobre país.

Luego, en un “hackatón” (evento de genios de los sistemas), Evan propuso crear una aplicación gratuita para los que quisieran informarse entre sí de lo que estaba pasando. En unas horas se creó el primer modelo: Texmob. Y, sin pensar en qué se iría a convertir su pequeña red de información, Evan vendió la idea por 7 mil dólares que se convirtieron en un Volkswagen Parati para viajar con su enamorada uruguaya.

Mientras en Punta del Diablo, Uruguay, Evan toma mate y se ríe de esta historia, cada día se envían 340 millones de tweets, hay cerca de 140 millones de cuentas activas y cada mes se abren 460 mil nuevos perfiles.

No hay un sólo concepto de felicidad. ¡Fascinante personaje!

A él le deben muchos su adicción y la falta de tiempo para leer y construirse a otros niveles. Aunque, al final, le debemos la no poca cosa de que exista una inmensa y democrática agencia de noticias (no oficiales) que además le dio voz a todo aquel que quiera decir algo (inteligente o estúpido).

Desde siempre, la pasividad frente a la información (por lo general oficial y manipulada) asfixiaba nuestros criterios. La humanidad sabía solamente lo que algunos querían que supiera.

Aunque soy medio “picapiedra” todavía, ¡gracias por eso Twitter!