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¡Se me acabó la intuición!

Entre tecnología y vida plena, no es necesario elegir. Ambas se complementan

Santiago, Chile.-  Escribimos nuestros estados de ánimo en Facebook, nos informamos a través de Twitter, conducimos acompañados por Waze, nos enamoramos y desenamoramos por WhatsApp. La herramientas tecnológicas, más que facilitar nuestra vida, se han vuelto la vida de gran parte de los habitantes del planeta y, de acuerdo a varios escritores como Ray Bradbury, era una cosa que se veía venir. No es malo, sólo extraño, lo sobrellevamos con naturalidad… siempre y cuando no pierda una de las características más preciadas del ser humano, la intuición.

La dependencia de la tecnología nos ha hecho centrar nuestra atención en el exterior, no en nosotros mismos, lo que es una consecuencia lógica de la ayuda externa. Desde que se inventó el despertador a cuerda, la gente en las ciudades no experimenta el “reloj biológico” (bueno, salvo los primeros días de vacaciones para validar la Ley de Murphy), lo mismo con el teléfono y la televisión, es decir nadie se comunica con el pensamiento ni la intuición. Hablamos de otro siglo, en el que ninguno de nosotros había nacido, pero que dio el “vamos” a todo lo que vivimos en la actualidad.

Aprovechar todo lo que tenemos a nuestra disposición en esta época debiera ser una especie de bendición para todos. Sin embargo, no lo es para los adultos mayores ni para quienes se encuentran alejados de la ciudad. Ellos se niegan a dejar atrás la vieja costumbre de “sentir” a la otra persona y están conscientes de que eso sólo sucede si  nos miramos cara a cara y miramos el mundo cara a cara, cosa que no estamos haciendo porque resulta mucho más fácil preocuparse de “una foto p’al face” que de vivir el momento.

Cuando se dice que todo en la vida tiene sus pro y sus contras, también se está diciendo que podemos elegir. Ahora, no se trata de optar por uno u otro estado. En términos de tecnología y ser humano, hay una conexión evidente…la primera debe estar al servicio del segundo y no al revés, por lo que, si la utilizamos con inteligencia, no tendremos que decir en algún minuto ¡Se me acabó la intuición!. Y qué importa si sucede, dirán las mentes científicas, pero si nos quedamos sin ella, nos quedamos sin vida real, sin emociones, sin motivaciones y sin ese “latir” que nos alimenta cada día todas nuestras acciones, mucho más que el sonido del mensaje del WhatsApp por la mañana.

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