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Camila Gonzalez

Primero registrar, luego vivir

Yo, como siempre, ´grinch digital´. Me pasa por ejemplo que cuando estoy con amigos, a veces nos abrazamos pero solamente para la foto.

Como me encanta ser reiterativa, esta vez voy a comentar sobre otro de los comportamientos aprendidos, obsesivos y anuladores de la vida digital. Sí, de nuestra ´digitalidad´ ciega y extrema que, ciertamente, acaba por regresarse en nuestra contra. A ver, si usted va por la calle y ve a un hombre abusando de una mujer que está tirada, borracha, ¿qué hace? Pues esa es la pregunta. Esto sucedió hace unos días en Las Vegas y la mayoría de las personas que pasaban hicieron de inmediato lo mismo: grabar el hecho con sus celulares.

Es evidente que se ha vuelto más importante registrar los hechos para que los vean muchos más personas en redes sociales, que hacer algo real frente a lo que está pasando. En las mentes de todos esos transeúntes la importancia al ver ese abuso recaía sobre la necesidad de exponerlo al mundo, de divulgarlo, pero no sobre la obviedad de intervenir a favor de la víctima. No cabe en la cabeza.

Y por supuesto que este es un caso extremo, pero de ahí para abajo y en cantidades de situaciones las personas se están comportando primero como internautas que como seres humanos. Lo mismo nos está sucediendo con los robos y con otros eventos que la gente capta en las calles (no digo que no pueda ser útil en muchos casos), pero me impresiona que hoy sea nuestra primera reacción ante las cosas.

Yo, como siempre, ´grinch digital´. Me pasa por ejemplo que cuando estoy con amigos, a veces nos abrazamos pero solamente para la foto, es la fotografía misma la que amerita el abrazo para que el mundo lo vea. Estamos olvidando el valor del abrazo en sí mismo. Y de las cosas simples en sí mismas, sin exposición mediática, sin ser comunicadas, sin más.

Primero se registran las cosas, los momentos, las experiencias y luego se viven. O ya no se alcanza a vivirlas a fondo. Como si no registrarlas estuviera ligado a no experimentarlas realmente. Ese es el punto. Vivir y mostrar lo que vivimos ya parecen ser una misma cosa. Y no puedo admitirlo. Me gusta vivir, por lo general, sin mostrarlo, sin gritarlo, sin postearlo, sin compartirlo, sin hacerlo saber, sin que los instantes cobren ningún valor extra cuando son conocidos por más gente. Vivir y ya.

En fin, ese mandato interno de grabarlo todo, fotografiarse y fotografiarlo todo, y registrar todo con el celular me sale sobrando, y me da cuenta de la inmensa imbecilidad en la que estamos metidos como robots. Sí, actuamos como mecánicos esclavos de los aparatos que nos organizan la vida, son el principal puente de relación con los demás, nos generan ansiedad si se apagan, les preguntamos todo lo que no sabemos y para completar, dan cuenta de los instantes vividos para que cobren real validez.

Como siempre lo digo, quizás me tocó una época equivocada.

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