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Camila Gonzalez

Papá Facebook nos amplía el abanico de emociones

Este mes en Irlanda y España, ya están en prueba las nuevas reacciones emocionales de Facebook. Nuestra matriz de la vida digital finalmente cae en la cuenta de que “me gusta” es una postura “un tanto” restringida, digo, dentro de la enorme gama de sensaciones que van y vienen dentro de los humanos. Ahora están experimentando con reacciones negativas como “me entristece”, “me asombra”, “me enfada”, además de complementos al desabrido “me gusta” como “me encanta” o “me divierte”.

Este mes en Irlanda y España, ya están en prueba las nuevas reacciones emocionales de Facebook. Nuestra matriz de la vida digital finalmente cae en la cuenta de que “me gusta” es una postura “un tanto” restringida, digo, dentro de la enorme gama de sensaciones que van y vienen dentro de los humanos. Ahora están experimentando con reacciones negativas como “me entristece”, “me asombra”, “me enfada”, además de complementos al desabrido “me gusta” como “me encanta” o “me divierte”.

No tenemos cómo agradecerle a Papá Facebook que nos abra el abanico de emociones, levemente, para expresarnos con mayor amplitud y relacionarnos mejor con los demás. No es chiste, muchas de nuestras relaciones hoy se restringen a ponerle a alguien tres “me gusta” a la semana y de ahí el otro puede inferir, o viceversa, que nos simpatiza, nos importa, nos preocupamos por él, pensamos en él o quién sabe qué. Ya ven, los sentimientos adivinados…

Así las cosas, nuestras nuevas relaciones personales que se basan en breves comentarios, toques, “me gusta” o compartir lo que otro publica se están haciendo cada vez más chatas e insípidas. Tal cual, no saben a nada: no vemos al otro, no lo escuchamos y no sabemos por qué publica lo que publica o qué tan ciertas son sus fotos perfectas de momentos perfectos con personas perfectas con cuerpos y sonrisas perfectas en playas perfectas o iniciando nuevos trabajos perfectos. Ya saben, la estúpida perfección de Papá Facebook a la que nos hemos acomodado “perfecta y cómodamente”.

Ahora resulta que vamos a poder decirle a los demás que algo nos pone tristes o que nos da rabia. Enhorabuena. Si pudiéramos darnos cuenta de las marionetas en las que nos hemos convertido… si pudiéramos calcular el poder que tiene en nuestra vida cotidiana y emocional las ocurrencias de los ejecutivos NN de Facebook y, en términos específicos, de Zuckerberg.

Aunque es de reconocer que este poderoso personaje es consciente de que no somos muñecos con únicas posturas de “a favor” o “en contra”. Sí, eso dijo recientemente a los medios Zuckerberg: “No buscamos construir sólo un botón de ‘no me gusta’, no queremos que Facebook se transforme en un foro en el que las personas votan a favor o en contra de las publicaciones. Esa no es la comunidad que queremos crear”.

¿La comunidad que quieren crear? Ah, no es juego, a mi me da pánico lo que ya han creado estos genios de la informática. Tienen a una gran parte de la humanidad -¡1.400 millones de personas!- a los pies de su plataforma: entregándole su tiempo, sus relaciones e interacciones, sus necesidades de información, su autoestima, sus expectativas y sueños, todo. Somos títeres de la experimentación a muchos niveles y nosotros seguimos, como animalitos, pegados de las pantallas como salvavidas…
Me pregunto angustiada: ¿qué va a pasar?

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