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Camila Gonzalez

Narcotuits: el anzuelo

Siempre comento eso de que ya no solamente lidiamos con nuestra identidad real, sino que ahora también administramos, cuidamos, descuidamos y tenemos toda una responsabilidad con la identidad virtual. Y en ese sentido, muchos egos descansan en las fotos y frases brillantes posteadas.

Siempre comento eso de que ya no solamente lidiamos con nuestra identidad real, sino que ahora también administramos, cuidamos, descuidamos y tenemos toda una responsabilidad con la identidad virtual. Y en ese sentido, muchos egos descansan en las fotos y frases brillantes posteadas. De algún modo, y sin que podamos realmente percatarlo, se va construyendo nuestro “yo de las redes”, ese que casi siempre parece feliz, bonito, bueno, y toda esa serie de adjetivos clichés.

En particular, según una nota que me encontré, esa identidad virtual es clave para quienes apoyan su estar en mundo en las cosas que poseen. Un ejemplo clave son los narcos, ese fenómeno en el que nuestras sociedades han abierto la puerta –sí, claro, ilegalmente, pero ese no es el punto- a la riqueza a quienes nunca habrían podido poseerla. Pues la ventana virtual es la forma de ser aún más poderosos. No basta con tener un yate, para que de verdad exista todos deben saber que lo tenemos.

Así es como los narcos, y en especial sus hijos y sobrinos, publican sus posesiones, viajes, excentricidades, y todo lo que logra el dinero en demasía (y el espíritu en escasez). Publican, tuitean, postean, anuncian, ostentan, se muestran; muchas veces sin calcular el arma de doble filo que es la ciber conexión…

Por ejemplo “el chino Ántrax”, uno de los jefes del cartel de Sinaloa, presumía en sus redes sus carros, joyas, armas, fiestas, periplos. Lo increíble es que un cerebro del crimen como éste, que siempre había logrado evadir a las autoridades, no calculara que sus clics podían ser su talón de Aquiles. Ántrax no paraba de postear fotos, esa su vicio, y la estela que siguió la policía hasta captúralo en el aeropuerto de Ámsterdam.

Suena raro, hasta risible, pero las debilidades nos delatan… y nos capturan. Y ejemplos hay varios, puede que algunos capos sean prudentes en su vida virtual, pero sus familias y cercanos se convierten en sus anzuelos. Ismael “El Mayo” Zambada, por el que daban una recompensa de 5 millones de dólares, fue entregado indirectamente por fotos de armas, fajos de billetes y un súper coche que quiso presumir su “querido” hijo Serafín. Otros han preferido subir a la nube sus crímenes. El sicario del Cartel de los Templarios de Michoacán, Broly Banderas, alguna vez optó por subir la foto de alguien amordazado en su camioneta. Y ni qué decir de las fotos sangrientas.

Así es que las ganas de ostentar sumadas a los nuevos talentos de las policías judiciales virtuales están siendo el oro molido de la lucha contra este tipo de criminales. Lo que me intriga y parece interesante de este fenómeno de las “redes delatoras” es que lo que está delatando a estas personas es su ansía de verse poderosos, más que de serlo. De nuevo, no hay yate si los demás no saben que existe.

Otra historia, de muchas, es la del mafioso italiano Michele Grasso, que se había escondido con éxito cuatro años, y se puso a merced de la policía sólo por presumir una foto suya en el museo de Madame Tussaud de Londres junto al Obama de cera… ¿Por una foto? ¿Con Obama? ¿Y de cera?

Dime qué posteas y te diré…

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