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Camila Gonzalez

Me vendo, me vendo…

Por Camila González
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@GFCam

Me resulta raro, y hasta incómodo, verme inmiscuida en un entorno en el que también hacemos branding personal digital… Nos vendemos a través de nuestras redes, nos pautamos de alguna forma como anuncios al registrarnos en portales sociales y profesionalmente mediante Linkedin, y otros tantos que existen… Puede sonar sórdido, pero nos vendemos todo el tiempo, nos ponemos en oferta, resaltamos nuestras bondades y, sí, escondemos nuestros monstruos.

Buscar pareja o sexo es una actividad que no para de crecer en un mundo global e interconectado, pero ciertamente, en un mundo de eternos solitarios, y en el que cada vez más nos convertimos en objetos –sobre todo las mujeres, y perdón por el comentario de perspectiva de género para los que odian el tema-. Sí, cuando se cuelga una foto en Facebook o se postea o twitea un pensamiento filosófico profundo o uno banal y común, nos hacemos algún tipo de branding

Y la verdad es que, al final, nos compran o no nos compran. Me refiero a cuando nos añaden, nos repostean, nos halagan las fotos, nos dan el esperado “like”, etc. Y, más aún, cuando nos elegimos unos a otros en portales dedicados a hacer vínculos, para relaciones duraderas o para “el rato”, como sea, al final da igual.

Leí el otro día que hoy la mitad de los solteros españoles buscan pareja en Internet, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), y no es poca cosa esta cifra. Seguro que es reflejo de lo que sucede en muchos países, o en la mayoría. Con los tiempos cambian las formas de hacer las cosas, así de simple, porque buscar el amor ha sido un imperativo humano de todos los tiempos.

Esta tendencia creciente también se comprueba con el hecho de que cada vez hay más y más redes y portales que vinculan gente: vinculan solteros, padres y madres potenciales, cachondos, parejas del mismo sexo y de distinto, casados que buscan “un aire” y personajes afines por una u otra razón. Millones buscan ser “comprados” para algo.

Además, la virtualidad tiene sus ventajas y sus desventajas. El anonimato evidentemente protege y nos permite ensayar a ser otros, sí, quizás a ser mejores o como queremos ser y no podemos… a mejorar el producto, ya saben. Se dice que muchos internautas se dan la oportunidad de ser otros cuando están en línea. Sin embargo, hay otro grupo que decide ser siempre como es.

No olvidemos que esta venta se espera se consolide con la entrega final en un encuentro cara a cara. Por eso la mentira puede volverse un arma de doble filo. Nuestro mejor perfil siempre será el de la foto de Facebook o de Twitter,  al menos nuestra mejor publicidad. Por ahí leí que más de 50% de los navegantes de Internet declaran en línea superar el promedio de belleza física.

Pero bueno, expertos como Erich Witte, profesor de la Universidad de Hamburgo, han dicho que Internet puede facilitar el éxito al establecer una relación de pareja porque se pueden seleccionar los parámetros, así es que todo apunta a que ese será, al final, la principal vía para hacer contactos y relaciones personales. Lo grave, como les pasa a muchos, es que se puede quedar atrapado en el juego en línea, por su comodidad, y  olvidarse de muchas de las relaciones reales.

Una mirada ciertamente positiva es la de Román Gubern, que escribió el libro El eros electrónico, y dice que la red ofrece ciertas ventajas para la comunicación sentimental. “Resulta ideal para los tímidos y los solitarios forzosos, como las personas que efectúan tareas nocturnas o viven en zonas despobladas. El anonimato estimula, además, la desinhibición social y la red permite así las relaciones entre extraños con más facilidad que las discotecas y los bares, en donde la mirada o la voz pueden flaquear. Es ideal para los tímidos e inseguros, además, cancela, por el anonimato de la comunicación, los efectos negativos del racismo étnico y de los racismos sociales de la fealdad, de la edad y de la enfermedad…”

¡Genial! Me encanta que haya estudiosos del tema del amor virtual. Otros dicen que este tipo de relaciones pueden ser más sinceras y abiertas que las convencionales. Ya sé, todo es relativo, pero llama la atención pensar en los factores que apoyan esa idea. Me hace acordarme de la película You´ve got mail (Tienes un e-mail), con Tom Hanks y Meg Ryan, sobre dos personas que se conocen por Internet y se enamoran a través de e-mails, pero no saben que en la vida real se odian…

Les recomiendo un libro que me encantó, sí sobre el amor a través del teclado, se llama Contra el viento del norte, de Daniel Glattauer… Es sensacional, todo el amor transcurre entre dos teclados que evidencian dos almas…

Por otro lado, y tenía que salir la nostalgia de Picapiedra, me da pesar que ya ni nos acordamos de las cartas manuscritas y las estampillas, y de que una carta en 1830 duraba de cinco a ocho meses en llegar de Inglaterra a India. Cinco a ocho meses…

Hoy la venta propia es más directa, acelerada y efectiva… o engañosa… ¿A dónde va a parar el marketing de pieles y corazones? ¿El de uno mismo, el de “me vendo, me vendo, soy la mejor opción”?

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