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Ana Gonzalez

Marcas del futuro

Llega la generación G con ansias locas de conquistar el mundo, con esos bríos puedes ver que Madonna no alcanza a vender lo que Rihanna y McDonalds parece un recuerdo Vintage. Estamos viendo que las marcas de nuestra infancia van pereciendo a la llegada de nuevas propuestas. En esta ocasión tres marcas americanas me dan buenas y malas ideas sobre otras formas de hacer branding.

Llega la generación G con ansias locas de conquistar el mundo, con esos bríos puedes ver que Madonna no alcanza a vender lo que Rihanna y McDonalds parece un recuerdo Vintage. Estamos viendo que las marcas de nuestra infancia van pereciendo a la llegada de nuevas propuestas. En esta ocasión tres marcas americanas me dan buenas y malas ideas sobre otras formas de hacer branding.

Chipotle que no es mexicano y si es responsable.
Hace unos días probé la experiencia Chipotle, una cadena de restaurantes de comida rápida “mexicana” cuyo fundador es americano y opera en los Estados Unidos. La especialidad son los burritos; claro que como nacida en la tierra del maíz, llegué al establecimiento con escepticismo auténtico, hice la fila entre la decoración estilo granja y uno que otro elemento maya o azteca.

Al llegar al mostrador empecé a sentir eso que todos hablan sobre Chipotle, pensé en ordenar un burrito de carnitas, pero me topé con un letrero, decía que por le momento no estaba disponible ese ingrediente; el anuncio explicaba que la marca no encontró suficientes insumos de carne puerco de calidad y de libre pastoreo, así que ofreciendo una disculpa, reiteraba su responsabilidad con la calidad de los alimentos.

Esa comunicación clara, con enfoque de responsabilidad social, hace a Chipotle una de las cadenas con mayor crecimiento en los últimos años. El producto es bueno aunque esté lejos de llegarle a un guiso oaxaqueño.

No me importa el vino, me importas tú.
Una botella de vino sin etiqueta pero con etiqueta, no escribí mal, eso es Scratchpad, otro caso de una solución fuera de la caja. Aún no conozco el sabor del producto, pero decidí comprarlo por lo ingenioso de su empaque.

El sello del corcho incluye un pequeño lápiz para dibujar lo que el usuario desee en la etiqueta, además de una invitación a que lo comparta en Instagram, una solución redonda: ahorro en costos de impresión, personalización del producto, invitación a compartir en redes; todo en una botella de vino tinto. Les prometo reseñar su sabor en breve.

Reversa: Olive Garden.
Punto malo para los gringos, Olive Garden está implementando en sus restaurantes un dispositivo digital para ordenar desde tu mesa, bajo la idea del do-it-yourself asesinan el trato personalizado, nuestro mesero nos abandonó a nuestra suerte después de explicarnos en inglés apresurado que si queríamos algo, lo pidamos por la aplicación.

Quizás estoy chocheando pero para mi gusto, no voy a un restaurante para que el mesero me ignore, aunque esa sea su vocación. Ojalá que la marca en México no caiga en la tentación de la fiebre de las Apps y apueste a que sus empleados sean sus embajadores.

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