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Paco Santamaria

Los XV años de Rubí: Una experiencia offline de una convocatoria online

La gente que observamos este movimiento digital, transitamos de la broma y conversación viral sarcástica, al asombro y después a la molestia.

Cuando le comenté a mis familiares más cercanos y amigos que asistiría a los XV años de Rubí en San Luis Potosí, en un principio pensaron que estaba bromeando. No me creyeron, luego, si realmente me conocían, me decían que estaba loco, después me pedían que les reportará los detalles de mi viaje de experiencia. La gente que observamos este movimiento digital, transitamos de la broma y conversación viral sarcástica, al asombro y después a la molestia.

Yo mismo no sé por qué decidí asistir a la convocatoria pública en Facebook. De pronto, impulsado por una intuición, por la noche desperté a mi esposa para que me ayudara a comprar mi boleto de avión en la web de interjet.com. Una vez que recibí la conformación de mi compra pude dormir tranquilo.

Ya con la tranquilidad de mi boleto de avión reservado, razoné más mi compra y mi decisión de viajar a la fiesta de Rubí. Era una especie de curiosidad y observación dinámica de campo.  Como la comprobación vivencial de un fenómeno digital mundial, nacional y local. Un impulso primitivo y un salto a la aventura entre las dos realidades actuales: Offline y online.

Salí muy temprano de la Ciudad de México y aunque no tenía muy claro a dónde asistía y cuál sería mi destino específico, decidí no hacer un guión de viaje y planear lo menos posible, para que la experiencia real offline me sorprendiera, como cuando niño que viví muchísimas experiencias analógicas inolvidables que marcaron mi personalidad.

La llegada a San Luis Potosí

Llegando al aeropuerto internacional de San Luis Potosí, lo único que se me ocurrió hacer, es tomarme una selfie y publicarla en  mi perfil de Instagram. Paso siguiente y saliendo del aeropuerto para mi aventura, transmití vía Facebook live mi momento aunque no tenía mucha información confirmada hasta ese momento.

La respuesta de mis amigos en Facebook fue muy buena y recibí muchas muestras de apoyo y sugerencias para llegar a mi destino. Aunque muchos no me conocen bien, me sentí arropado y decidí lanzarme con más decisión a mi aventura.

Tenía que llegar a Matehuala, San Luis Potosí que es la locación más grande cercana a donde se celebraba la fiesta más famosa del mundo de quince años de la familia Ibarra. No había ya más coches de renta disponibles en todo el aeropuerto. De hecho unos españoles de la agencia AP, enojados, discutían con el encargado Hertz porque no habían respetado su reservación.

De pronto, observé a un par de hombres en el mostrador de aun lado que me inspiraron confianza y decidí preguntarles su se dirigían al mismo lugar que yo. Eran dos periodistas mexicanos de un medio popular y sensacionalista que accedieron con gusto a darme un espacio en su coche rentado. Así que sin saber muy bien a lo que nos dirigíamos, los tres, arrancamos hacia la ranchería de La Joya para documentar a nuestra manera el acontecimiento que ya era de todos.

En el camino a la fiesta les pregunté qué les interesaba del evento y el reportero me contestó que esa fiesta y sus protagonistas estaban sobre valorados. Que esa convocatoria online no hubiese sido nada si los medios tradicionales y la televisión mexicana no lo hubiesen publicado y con ello los legitimaran. Mi compañero de viaje aseguró que la TV seguía siendo el medio más poderoso pese a la nueva fortaleza de las redes sociales como medio de todos.

Durante el camino, observé muchas camionetas de habitantes de la región con pintas en los vidrios que apoyaban el movimiento y ritual familiar, se leía: “Ahí te vamos Rubí” y “15 Rubí”. En la estación de radio local se tocaban varios de los muchos corridos norteños que habían compuesto como homenaje a la quinceañera.

Después de más de una hora y media de trayecto, por fin llegamos al poblado de La Joya. Un lugar muy pequeño, -entre 1000 y 1500 habitantes- y de ambiente desértico. Entre cactáceas y animales para ganado se observaba mucha seguridad desplegada por policías municipales y estatales. En el lugar no había cobertura en nuestros teléfonos móviles. Entramos por fin a una planicie ejidal que albergaba muchas mantas comerciales con logotipos de refrescos como coca-cola, fresca y bebidas energéticas como Power Ade.

Había una zona con mesas para los invitados y un espacio especial reservado para marcas locales de patrocinadores del evento. Muchos de ellos empresas de la región del altiplano de eventos, de comunicaciones que vendían acceso a Internet, moda y alimentos.

El local más grande y mejor posicionado era uno con artículos de la familia de Rubí como retratos y afiches de todos los miembros. También había un espacio especial reservado para los medios de comunicación con sus unidades de retransmisión satelital. Medios nacionales y extranjeros como televisa, Imagen Televisión, Tele Mundo y Univisión. Por ahí también desfilaban reporteros y camarógrafos con pinta de extranjeros que estaban entre los invitados. Llamó mucho mi atención un pelotón de alrededor de 8 drones teledirigidos que siempre estaban volando encima de nosotros en todo momento.

Mi curiosidad crecía cada vez más. Pregunté a algunos invitados el origen y por qué de este acontecimiento y todos coincidían que empezó como una tradicional invitación a todas las rancherías aledañas -como es costumbre en la gente de la región- y que después se transformó en una broma nacional y luego un suceso digital incontenible.

El acceso a la familia de la quinceañera era prácticamente imposible. Un verdadero ejército de camarógrafos y curiosos armados con sus teléfonos celulares intentaban casi sin lograrlo tomar alguna foto o video. Se los impedían con gran eficiencia chambelanes, familiares y amigos cercanos.

Decidí sentarme cerca de la mesa principal para observar qué pasaba. Junto a mi sentado muy atento estaba un niño de no mas de 11 años con una cámara profesional en las manos, le pregunté que hacía por ahí y se identificó como un youtuber.

Viajó con sus padres desde Cuernavaca, Morelos para cubrir en su canal el acontecimiento. Me comentó que estaba sorprendido de cómo los mexicanos somos capaces de generar cosas impresionantes si todos no uníamos para un fin en común. Los dos nos sentamos y observamos el rictus de nerviosismo en las caras de los familiares y policías ante la llegada de muchos locales, foráneos y extranjeros a la fiesta.

La respuesta de la convocatoria fue muy diversa: Medios locales, nacionales, agencias de noticias extranjeras, paisanos migrantes de Arizona y Atlanta, estadounidenses con origen en la región y personajes espontáneos que documentaban para sus propias redes lo que pasaba. Entre los miles de asistentes estaban también los orgullosos habitantes locales que observaban encantados que un ritual de la región fuera tan famoso y visitado por miles.

Entre pregunta y pregunta recabé información para tomar la decisión de irme al baile que seguía. Según algunos, el baile sería uno seis kilómetros más adelante, en el ejido de Laguna Seca. Antes de salir para el lugar llegó el gobernador de San Luis Potosí, Juan Manuel Carreras López. Rodeado de medios y curiosos explicaba sonriente que había sido un gran esfuerzo logístico organizar una fiesta donde no se tenía muy claro cuánta gente asistiría. Atendió con paciencia al los medios y luego se sentó a comer un taco en la mesa principal para ser fotografiado con los protagonistas del momento.

Desorganización, un factor importante

Llegué a Laguna Seca ya muy asoleado y cansado. El lugar era estratégicamente mucho más grande. Arrancó la Chiva de 10 mil pesos que no es otra cosa que una carrera de velocidad de caballos en donde el que llega primero se gana dinero en efectivo. Desorganizados, organizado por todos y por nadie los jinetes arrancaron entre los entonces 15 mil asistentes en una recta de 800 varas -aproximadamente 500 metros-.

Muchos gritaban que se quitaran que era muy peligroso cruzar la improvisada pista de carreras. El sonido de caballos y jinetes fue contundente y seguido por el grito de una muchedumbre emocionada. Después de la primera carrera, la competencia se canceló.

Con un saldo de un muerto y un herido. Ante tan mala organización un jinete de una ranchería aledaña de apenas 12 años atropelló al dueño de un caballo y lo mató. Sólo fui capaz de tomar una foto con mi teléfono del niño jinete con el llanto contenido y el rostro entre el miedo y la culpa. Mientras tanto, los drones teledirigidos documentaron en todo momento el drama de la vida real.

Ya cancelada la carrera de la chiva por una tragedia. Llegaron poco a poco escoltados por policías los grupos musicales de banda en lujosos autobuses: Marco Flores y La Jerez y Los Indomables de Cedral, entre otros.

Le gente exaltada y con muchos litros de alcohol continuaba llagando por miles al lugar. Decidí irme porque ante tantos invitados sería imposible salir del lugar ese mismo día. Mi vuelo de regreso era a las ocho de la mañana del día siguiente. Corrí a la carretera hacia Matehuala impulsado por una especie de instinto de supervivencia.

Paré con mi cuerpo a un autobús de segunda clase que salía del lugar con rumbo a Matehuala. Pague 100 pesos y lo abordé. Formábamos un grupo muy reducido de pasajeros, una pareja de adultos mayores que asistían a los quince años desde Monterrey, una madre con su hijo de 10 meses y un joven muchacho que también había decidido ir por su cuenta a la convocatoria.

Fue muy complicado salir o la huida del kilometro 10, sede del baile en honor a Rubí y su familia. Al lugar llegaban por miles, grupos entre enardecidos y emocionados, equipados con botanas, cervezas y pancartas en apoyo a la fiesta.

Alcancé a calcular con mis compañeros de viaje una caravana de más de 3 kilómetros que se dirigía al lugar. Como el estacionamiento era insuficiente, dejaban sus coches a la orilla de la carretera. Fue entonces que percibí aquel un aroma a la escena de una película del fin del mundo. Muchos coches, sin avanzar y desesperados por llegar a algún sitio.

Detonamos desde México para el mundo un fenómeno antropológico, social, cultural y digital. Sin precedentes. Digno de observarse y del cual no podemos permanecer indiferentes.

Somos capaces de generar movimientos offline motivados por la desesperanza, la soledad, la falta de contenido relevante, el sentido de pertenencia y el hambre de identidad y de vivir experiencias reales. Todo esto con apoyo de la difusión y comunicación de los medios digitales.

Si no hay contenido relevante, cualquier contenido ocupara su espacio.

Hemos despertado el monstruo digital y este puede ser inofensivo, mortal o salvador.

Los medios tradicionales están muy confundidos. Heridos de muerte, no distinguen con claridad el contenido relevante. Ven como un aliado y al mismo tiempo un competidor a los individuos digitales que generan contenido propio.

México es un recipiente más de una confrontación entre ideologías, división, clasismo y vacíos existenciales.

Hoy fue la fiesta de XV años de Rubí, ¿Qué seguirá en el futuro próximo?

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