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James Hernandez

La importancia de la planificación: la carrera por el Polo (Parte II)

La semana pasada hablamos acerca de una historia de la vida real que se llevó acabo a finales del Siglo 19, por el año 1859, acerca de la carrera por la conquista del Polo.

Vimos la historia de Robert Falcon Scott, un joven de la Marina Real de la Gran Bretaña que fue designado líder del proyecto de conquistar el Polo Norte, así como la historia de Fridtjof Nansen pionero de los viajes polares que realizó grandes avances en este sentido y dejó escritos que orientaban a las futuras generaciones sobre las expediciones al Polo, pero que no fue tomado en cuenta por algunos de los navegantes que le sucedieron en el tiempo.

Vimos que uno de los acompañantes de Scott en el Discovery fue Ernest Shackleton, a quien Scott, por no estar de acuerdo con sus pensamientos y por temor a perder autoridad ante la tripulación, sacó del proyecto que llevaba a cavo el Discovery, y será de Shackleton de quien hablaremos en esta oportunidad. 

Shackleton nació en Irlanda y a los 16 años se alistó en la Marina Mercante, y en 1900, envió una misiva ofreciéndose como voluntario para la Expedición Nacional Antártica, exponiendo como parte de su experiencia su viaje alrededor del Cabo de Hornos.

Su nombramiento como Tercer Oficial de la embarcación se debió a la influencia e insistencia del mayor donante de la expedición, llamado Llewelyn Longstaff, a quien había sorprendido gratamente su agudeza y experiencia en la marina mercante. Al poco tiempo de haber sido nombrado como Tercer Oficial y con méritos propios, Shackleton pasó a ser el Subteniente de la Reserva Naval Real.

Este hombre tenía habilidades innatas para establecer relaciones con el personal de la Marina y de la Mercante y de manera muy rápida tomó el liderazgo de los hombres. Era de humor alegre con afición por la poesía y facilidad para citar de memoria fragmentos de poesía, lo que le hizo merecedor del cariño de la tripulación, y su comportamiento animado hacía contraste con la actitud severa y el despiste de Scott. Como era de suponer, en poco tiempo Shackleton pasó a ser visto como el segundo al mando de la expedición. Se preocupada mucho por la tripulación y tenía una gran capacidad para escuchar, lo que le ayudaban cada vez más a convertirse en un líder y en poco tiempo Shackleton pasó a ser una figura determinante ante la tripulación del Discovery.

Antes de la expedición, a Shackleton le eran ajenos los temas relacionados con esquís, las pieles y los trineos y le interesaba muy poco la nieve y el hielo. A su regreso a Gran Bretaña, fue invitado a volver y decidido a demostrar su valor, para lo cual organizó otra expedición a la Antártida con financiación privada: la Expedición Antártica Británica, supervisando personalmente todos los aspectos relacionados con este emprendimiento.

Schakleton planificó en secreto su aventura y no fue sino hasta 1907 cuando presentó el proyecto ante la Royal Geographical Society. La expedición pretendía alcanzar tanto el Polo Sur geográfico como el magnético a bordo de la Nave Nimrod.

El Nimrod zarpó desde Londres en el mes de julio de 1907 con una tripulación de 14 hombres, entre los cuales se encontraban aristócratas, artesanos y académicos, y dos contramaestres que habiendo estado en el Discovery, decidieron darse de baja de la Marina y acompañarlo.

Shackleton decidió no seguir las recomendaciones de Nansen respecto de los perros para arrastrar los trineos por considerar que no eran fiables, y en su lugar decidió llevar 12 ponis de Manchuria y un vehículo a motor, lo que para la época representaba un invento novísimo esperando que esto le ayudara a acelerar su proceso hacia el Polo Sur.

Asimismo, Shackleton se enfrentó al capitán del Nimrod, quien pensaba que se habían asumido muchos riesgos en el barco, pero ante su costumbre por de discutir de manera pública y abierta los problemas ante toda la tripulación y sus dotes de líder hicieron que los presentes se mantuvieron unidos en apoyar a su líder. Para él, trabajar en equipo era la clave fundamental del éxito.

El día 30 de octubre, Adams, Wild, Marshall y Shackleton emprendieron el viaje. Llevaron comida para 91 días, a razón de cerca de un kilogramo para cada tripulante como ración diaria de alimentos.

A pesar de haber extendido sus raciones de ingestas para 110 días, pero logró aguantar hasta los 118, sin embargo, el apetito desbocado y la disminución de las dietas hicieron mella en la moral. Shackleton sabía que si continuaban el viaje no habría regreso, por lo que presa del miedo al fracaso decidió retornar. La mala planificación, el mal tiempo y la escasez de alimentos obligaron al grupo a dar la vuelta. 

No obstante, el retorno y no haber llegado hasta donde quería, la expedición se consideró un éxito. Se escaló el monte Erebus, se ubicó un camino hacia la meseta del Polo Sur a través del glaciar Beardmore y llegaron al Polo Sur magnético. Shackleton y su tripulación batieron el récord anterior de Scott, cruzando hasta el 88˚23’ Sur, 162°Este, a solo 93 millas del Polo.

 

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