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Carlos Bonilla

Incremento de la Cibercondría, otra secuela de la pandemia

La emancipación del enfermo, considerada por muchos la mayor revolución sanitaria del siglo XX, se consolidó e incrementó definitivamente con la llegada de Internet.

En una estadística publicada en el diario español ABC, el 49% de los españoles utilizan la red para consultas médicas. Según el estudio al que hace referencia, este fenómeno es “imparable, difícilmente controlable, con numerosas interpretaciones y en muchos casos con consecuencias indeseables”.

Las fuentes generadoras de información son numerosas: los equipos de investigación, universidades, hospitales, asociaciones de pacientes (más de 600 en España), firmas farmacéuticas, periodistas especializados en salud, infinidad de “aficionados” y los propios usuarios. Todos bombardean continuamente las redes con testimonios, consejos, propuestas, documentos y rumores. 

Al igual que la salud física, la mental también se ha visto gravemente afectada por la pandemia del COVID 19. Se ha evidenciado la aparición o exacerbación de una serie de trastornos psicopatológicos como estrés, ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, negación, ira y miedo. 

La ansiedad provocada por buscar información médica y abordar problemas de salud mediante el internet se denomina Cibercondría. Se origina como un comportamiento que busca la sensación de seguridad. Sin embargo, tiene un carácter repetitivo y excesivo, lo que conduce a empeorar las preocupaciones.

La Universidad de Piura, ciudad situada al noreste de Perú, realizó un estudio para determinar la asociación entre cibercondría y ansiedad debido a COVID-19 en la población local, durante el año 2021. Entre los hallazgos de esa investigación destaca que el miedo, angustia e incertidumbre por el COVID-19, junto con el mal uso de redes sociales y de las páginas de salud en línea, ocasiona la aparición o exacerbación de patologías mentales como ansiedad y la cibercondría.

Y es que las consultas en la Internet crecieron en forma exponencial durante el confinamiento y la búsqueda de respuestas ante algún padecimiento no fue la excepción. Sin embargo, la búsqueda excesiva y repetida de información médica por parte de personas neófitas suele ser confusa e incluso peligrosa.

La cibercondría es un término derivado de la hipocondría, que es la preocupación excesiva por la salud y que se evidencia como el miedo o incluso la convicción a padecer alguna enfermedad.

Los hipocondríacos tienden a prestar gran atención a su cuerpo, a sus síntomas, y a autodiagnosticarse a partir de la interpretación errónea de ellos. Con la llegada de internet, y la posibilidad de buscar en cualquier momento información del ámbito médico, se ha exacerbado esta ansiedad. 

La psicóloga de Clínica Las Condes, Carolina Pérez, dice que la ansiedad por la salud y los síntomas obsesivo-compulsivos pueden considerarse factores de vulnerabilidad para la cibercondría. Añade que estos pensamientos pueden llevar a sobreestimar síntomas benignos, temiendo que sean indicadores de una patología grave o signos.

La búsqueda de información ayuda momentáneamente a calmar la ansiedad y pensamientos intrusivos, pero su efecto es efímero. También, en algunos casos, esto se puede presentar en un paciente que no confió en la respuesta de un médico, o por una respuesta que no coincide con lo que él cree.

 La ansiedad se exacerbó por las condiciones que la pandemia impuso, como el distanciamiento social, restricción de actividades, incertidumbre económica y el exceso de información al que estamos expuestos.

“Probablemente todos hemos realizado alguna búsqueda en internet relacionada con temas de salud. Esta búsqueda de información y de soluciones en sí no es negativa, de hecho, es parte de nuestra esencia, sin embargo, podemos entrar en un circuito de búsquedas insaciables y obsesivas que lejos de tranquilizarnos, aumentan nuestra ansiedad”, dijo la psicóloga.

Otra de las consecuencias negativas de la cibercondría es que, en esta constante búsqueda el paciente se encuentre con información falsa, incompleta o que no se ajuste a lo que la persona esté viviendo, y el riesgo es que se crea. Y aun cuando la información fuera correcta, se puede caer en una mala interpretación por no tener los conocimientos médicos necesarios.

Algunos estudios señalan que el ser humano tiende a sentirse identificado con descripciones ambiguas y a ponerse siempre en la peor posibilidad. Por ello es importante siempre recurrir a fuentes fiables y mantener un espíritu crítico frente a una potencial mala interpretación de la información encontrada.

Wikipedia se ha convertido en la fuente más consultada. Los profesionales pueden echar mano de ella y de revistas especializadas, pues tienen el criterio y la información suficiente para discriminar la información que no tiene sustento, pero los neófitos corren graves riesgos al usar esos contenidos.

Quienes sin contexto buscan en la Internet información acerca de sus padecimientos, añaden la “infoxicación” de la información a su patología. Se traduce en ansiedad, cuadros hipocondríacos, desorientación, cuando no bloqueo, en la toma de decisiones. El enfermo, ante tanta información, con su derecho a decidir, se encuentra solo y confundido. Exige al médico medidas inviables o inadecuadas. Él mismo, por acción (automedicación) u omisión (incumplimiento), se perjudica.

Como ejemplo, si buscamos en la red la palabra “diabetes”, encontraremos en Google más de 240 millones de registros. En plan irónico ya se habla de “doctor Google”. El Google Académico, habrá filtrado numerosas entradas, pero todavía encontraremos 2 millones. Los profesionales utilizan más frecuentemente plataformas como Pubmed donde se incluyen las referencias más científicas, a pesar de lo cual encontraríamos 578 mil referencias.

Si el enfermo ha sido diagnosticado con diabetes tipo 2, por ejemplo, y busca en Google, verá cómo la información se reduce, pero sigue siendo inabordable (2 millones). Y no mejoran mucho la información en Google Académico (85 mil) y en Pubmed (281).

El porcentaje de adultos que entra a Internet (79 por ciento) no ha cambiado de forma significativa en varios años, pero la proporción que está en línea y que ha usado alguna vez Internet para buscar información de salud aumentó a 88 por ciento este año, la cifra más alta que se ha registrado.

El 81 por ciento de los cibercondríacos buscó información de salud en línea en el mes anterior, y 17 por ciento entró a Internet para buscar información de salud diez o más veces en el último mes. En promedio, los cibercondríacos lo hacen unas seis veces al mes.

Hay un alto nivel de satisfacción con la información de salud encontrada en la web. Apenas el nueve por ciento de los cibercondríacos afirmó haber tenido poco o muy poco éxito, y apenas ocho por ciento dijo que consideraba que la información que habían encontrado no era confiable.

Alrededor de la mitad (51 por ciento) de los cibercondríacos dijeron que habían buscado información en la Internet en base a conversaciones con sus médicos, y 53 por ciento apuntó que habían discutido información que habían encontrado en línea con sus proveedores de salud.

En 1998, el número de cibercondríacos en EE. UU. era de poco más de 50 millones de adultos. Esa cifra alcanzó los 117 millones en 2005.

Por supuesto que la recomendación es evitar toda información que no lleve la identificación de un profesional o de una organización acreditada para proporcionarla. Las asociaciones de pacientes deben seleccionar los sitios web y blogs más confiables. Es obligación de todos los medios ofrecer una información divulgativa, garantizando veracidad y objetividad. La información, como cualquier herramienta humana, puede resultar de gran utilidad usada adecuadamente.

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