Si algún problema le faltaba a la economía brasileña para tener un mal 2017 era el escándalo de la carne adulterada. A las complicaciones tras el Lava Jato y la corrupción de Odebrecht, surgió la investigación que descubrió que los mayores frigoríficos del país pagaban sobornos para exportar carne vencida o en mal estado, “maquillada” para hacerla pasar por buena (entre otras estafas), ha paralizado la industria que representa casi el 7,5% de los envíos al exterior (unos 11.600 millones de dólares).
En ese escenario, las exportaciones de productos cárnicos se derrumbaron esta semana. A principios de mes, se realizaban ventas al exterior por promedio de US$ 63 millones por día; el martes, el volumen cayó a apenas US$ 74.000, luego de que varios países decidieran frenar sus importaciones.
En esa lista están Chile, China, la Unión Europea, Japón, Egipto, Sudáfrica y México, que anunciaron un cierre de las importaciones de carne brasileña hasta saber el alcance del problema.
Los datos del derrumbe son del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, y confirmados por el ministro de Agricultura, Blairo Maggi.
Brasil es el principal exportador de carne del mundo, y el segundo productor después de Estados Unidos. Sus productos cárnicos son vendidos en 150 países. Entre los frigoríficos involucrados están los gigantes BRF (dueño de las marcas Sadía y Perdigão) y JBS (Swift, Friboi y Seara).
Según Sérgio De Zen, investigador del Centro de Estudios Avanzados en Economía Aplicada y profesor de la Universidad de San Pablo (USP), nunca había visto una parálisis semejante en el mercado de la carne. En diálogo con Folha de S.Paulo, dijo que los frigoríficos no saben a qué precio vender, en gran medida porque no saben finalmente cuánto van a poder exportar y cuánto tendrán que volcar en el mercado interno. Tampoco está claro cómo va a reaccionar el público, que probablemente retraiga el consumo.