“Yo soy el personaje sin nombre que aparece en todos los libros. El que empieza diciendo: Había una vez…”: Fermín Petri Pardo.

Olvidamos respecto de la humanidad que compone nuestras organizaciones, o solo ignoramos esto por convicción o costumbre.

Febrero del año 2003, mi primera renuncia no voluntaria, –tenemos que cambiar; las tres palabras esbozadas por un abogado desconocido en tono bajo con pluma en mano. Ese mismo día, reunidos en una insípida merienda cuestionábamos el ¿por qué?… de esta decisión “corporativa” y cerrar su representación en el país. –Es lo mejor que nos pudo haber pasado, va y dice uno de mis compañeros, otros,  –esto es lo peor que nos pudo pasar.

¿Qué historia es la que vamos a contar? Tal vez, la mariposa es el insecto que más llama la atención para los que intentan imaginar un cambio sin que este implique abandono, hechos, como el de un capullo convertido en oruga y al tiempo transformarse en viento. El sueño de la mariposa por ser gusano o el sueño de un gusano por ser capullo. Quién lucubró este evento kafkiano.

La última metamorfosis que no sea la primera. Tardé 5 años mal contados en “traspaginar” mi experiencia del despido, es cierto que, algunos de nosotros decidimos emprender, otros optaron por adherirse a nuevos retos en distintas organizaciones. La representación de un escarabajo incómodo posado en una cama para humanos, es para mí, la mejor representación posible de la incapacidad de seguir siendo. Esa muerte lenta de un bicho acechando su pasado a través de la puerta de su antigua habitación, observar tras la ventana la imposibilidad de rehacerse y corregir. La pesadilla narrada por Kafka en “La Metamorfosis” es, sin duda  la mayor opresión en el sueño de muchos de nosotros.

Narrar, una implicación con el pasado, de vez en vez, nos toca escuchar a quienes asumen liderazgos, proyectar y tratar de hacer del discurso una herramienta para entender el futuro como una meta superada y trasladarte mediante el uso de la retórica y la épica a un espacio de tiempo que no existe, a un futuro después del futuro. ¿La atemporalidad que priva en lo incipiente nos aleja o nos acerca de las metas personales?

Amanecer en un cuerpo de escarabajo o convertido en mariposa o capullo, es la oportunidad invisible con la que contamos con cada palabra que decimos, con cada cosa que hacemos, pero sobre todo, con cada cosa que resguardamos en la memoria de la escritura. Utilizar el “érase una vez” cada día, cada semana o cada mes, de ningún modo nos detiene o ancla a lo tradicional o nos traduce como temerosos del cambio, al final, para filósofos como Platón el pasado es el único tiempo posible, por tanto, lo único real y verdadero, ¿Por qué no reforzar estas ataduras en vez de intentar desencadenarlas a la menor oportunidad?