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Consumidores al poder

La publicidad ha dejado de funcionar de la manera tradicional que conocemos, donde la gente se enteraba de un nuevo producto solamente gracias a los mensajes en los medios de comunicación, que comunicaban sus características o beneficios y que, además, se les informaba acerca de los sitios en donde podían adquirirlo.

Algunas veces, el lanzamiento del producto se daba después de avisarle a la gente que llegaría esa novedad al mercado. Otras veces, ya se podía encontrar en los puntos de venta y de inmediato se avisaba sobre su llegada o en otras ocasiones salía de manera paralela, tanto la difusión publicitaria como el nuevo producto al mercado.

Pero ahora, vivimos la explosión de la comunicación inmediata y compartida entre los usuarios de las redes sociales y los medios digitales y, además, ahora que la mayoría de los CONSUMIDORES han mutado en PROSUMIDORES, ya estamos hablando de otra cosa.

Esos Prosumidores son los que han transformado las maneras y los medios para difundir los productos y servicios. Coinciden en tiempo y espacio con campañas exitosas en redes sociales, porque son ellos, las personas, los Prosumidores, los que ayudan a empujar los mensajes de difusión de los productos y servicios, echándoles mucho la mano a los estrategas de mercadotecnia y publicidad de marcas y agencias.

Las personas ya no solamente consumen, sino que producen a la vez. Eso es lo que provoca que cada vez más consumidores/usuarios estén empoderados en cuanto a sus decisiones de consumo, más informados sobre sus elecciones de compra y, además, sean los mejores “recomendadores” de las marcas, más creíbles que los influencers “artificiales” que venden sus opiniones positivas al mejor postor y mejores canales de comunicación que los tradicionales, apoyando, por un lado, a las empresas que crean productos (dándoles ideas más claras y precisas sobre lo que la gente necesita y desea) y, por otro lado, a los demás “consumidores”, haciéndoles llegar información más inmediata y con recomendaciones de igual-a-igual, haciéndola más veráz.

De acuerdo a estudios de la empresa Qualtrics, los datos no mienten (como las caderas de Shakira): El 91 % de las personas de entre 18 y 34 años confía tanto en las reseñas en línea como en las recomendaciones personales, y el 93 % de los consumidores dice que las reseñas en línea influyeron en sus decisiones de compra.
Esto quiere decir que se tienen mayores niveles de confianza en lo que pueda decir una persona, ya sea de tu círculo inmediato o que la identifiques con el mismo estilo de vida o comportamiento que el tuyo, en lugar de que la voz sea directamente desde la marca.

Ya son las mismas personas que componen a los diferentes públicos objetivo las que se animan a producir esos mensajes de “venta” (aunque no sea la intención o el objetivo inmediato) cuando se deciden a producir contenido a través de los medios digitales, sea por likes, vistas, opiniones, prestigio o cualquier otro tipo de “recompensa” que le otorgue la red social.

De ahí el éxito de las marcas que son probadas y comentadas por los prosumidores. Son ellos mismos los que están contando las historias, sus historias, al público objetivo. Historias que tienen mucho más sentido que las creadas por un “ajeno”, que bien puede ser un gran estratega en mercadotecnia o un increíble creativo, pero probablemente no ha consumido o vivido el producto, dando como resultado un mensaje no significativo para la genta. Aquí, la experiencia vivida en carne propia y contada a los demás es clave para involucrar al consumidor.

Y cuando eso sucede, la marca se tendrá que ocupar solamente en crear esa gran idea de un producto novedoso y la gente hará el resto para que tenga éxito.

Un claro ejemplo de ello está sucediendo en España hace unas semanas. Y Bimbo lo provocó.

Bimbo sacó al mercado un nuevo producto: El Cruapán, que como lo menciona su frase publicitaria, es Pan por fuera y Cruasán por dentro. No es otra cosa más que un híbrido/fusión de dos productos tradicionales en el desayuno o merienda clásicos del consumidor español, el pan de caja y el cruasán (“cuernito” para los mexicanos, “croissant” para los más finolis).

Pero aquí lo curioso no es el novedoso producto, sino la respuesta de los consumidores (convertidos de inmediato en prosumidores) que le ganaron a los de Bimbo en su lanzamiento tradicional publicitario. Fue la gente la que empezó a hablar del producto antes de la misma campaña publicitaria.

El “Cruapán” se hizo viral y todos estaban hablando del mismo en las redes. Opiniones, reseñas, recomendaciones de cómo consumirlo, consejos de dónde conseguirlo si no lo habías encontrado todavía (mencionando que el stock del producto en varios puntos de venta estaba agotado), “unboxings” del producto en las redes (como si fuera el descubrimiento de una nueva versión del iPhone o de una nueva consola de videojuegos), reclamos de otros mercados en donde no se lanzó el producto (como el caso del mercado de Perú o de México, con consumidores potenciales, usuarios de redes digitales, enterados del lanzamiento del Cruapán gracias a su comportamiento en esos mismos medios digitales). En fin, una locura entre toda la gente que se subió a la tendencia y que significó, hasta hace una semana, más de 6 millones de visualizaciones en TikTok de videos que se referían al producto y sigue todavía en aumento en ésta y las demás redes y plataformas.

Cientos de miles de usuarios de Twitter, Instagram y TikTok obligaron a Bimbo a abrir un TikTok al respecto cuando se dieron cuenta de que ya los mismos consumidores los habían rebasado (afortunadamente para la marca) en la difusión del novedoso producto.

Alguién ya sospecha que es una inteligente estrategia de mercadotecnia de Bimbo (deliberadamente basarse en un stock de producto reducido, como en algún momento lo hizo en México Bacardí con Bacardí Limón). Si es así, felicidades, bien bajado ese balón. De cualquier manera y lo que si es cierto, es que el interés del consumidor resultó positivo, tanto en la comunicación como en la demanda del producto e hicieron moda buscar el producto, probarlo y hablar de él (sin un solo Euro invertido por Bimbo para lograr tal difusión y el éxito resultante).

Hace algunos (muchos años) en la década de los 50 del siglo pasado, el ídolo de las multitudes, el boxeador Raúl “El Ratón” Macías, inmortalizó una frase a partir de sus triunfos: “Todo se lo debo a mi mánager y a la virgencita de Guadalupe”.

Ahora las marcas, gracias al buen ejemplo del Cruapán de Bimbo, podrían decir en un futuro muy muy cercano: “Todo se lo debo a mis Prosumidores”.

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