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Mesa editorial Merca2.0

Vertiginoso y volátil. Es el tiempo actual

La tecnología nos vino a cambiar la vida. No concebimos un día sin Whatsapp o sin Twitter. El teléfono se usa para todo menos para hablar.

Steve Jobs y la tecnología

Me acuerdo perfecto un día que mi papá me platicó una breve historia que en mi mentecita infantil me dejó verdaderamente impactada.

Me contaba que los grandes maestros clásicos de la música tenían que hacer presentaciones personales para que la gente los pudiera escuchar. Hasta que un día alguien inventó los discos y su música pudo llegar a las casas… se tocaban en unos muebles tamaño ropero y eran parte primordial de la sala.

De repente, la música podía ir contigo. Llegaron los casets y con ellos los Walkman de Sony. Podías llevar contigo hasta una hora de música. Había casets de más duración pero se fregaban bien fácil. Muchos lloramos porque el maldito estéreo del coche se tragó tu caset. Aprendías a repararlos y a pegar la cinta. Grababas directo del radio y lo tocabas y lo tocabas hasta que tronaba.

Luego vinieron los CDs pero llevarlos contigo no era tan padre. Se brincaba la reproducción al más mínimo movimiento.

Y un buen día, don Jobs anuncia el lanzamiento del iPod, en el que podías traer el soundtrack completito de tu vida, sin brincos ni atorones.

La tecnología nos vino a cambiar la vida. No concebimos un día sin Whatsapp o sin Twitter. El teléfono se usa para todo menos para hablar.

Todos somos fotógrafos. Todos leemos ahora más que nunca. Estamos hiperinformados y sabemos un poco de un titipuchal de cosas.

Conocemos ciudades caminando por ellas, sin estar en ellas. Street-view nos lleva a donde sea. Los drones nos permiten tener una visión que sólo los animales voladores podían disfrutar sin disfrutar (en mi próxima vida, quiero ser dron).

Lo efímero

Todo es desechable: la tele, el refri, el trabajo y las relaciones. Nada dura. No hay permanencia ni fidelidad. Nos vamos por lo que sigue sin pensarlo dos veces. El ser humano ha producido desde 1960 más basura que la que había producido desde que se tiene memoria de su presencia en el mundo hasta 1960.

Los millennials ya no quieren trabajar para enriquecer a alguien más. Aceptan un empleo para aprender una disciplina y lo usan como trampolín para hacer su propio negocio, el que sea, al fin que va a cambiar.

No compran casa ni coche. Eso es de viejitos. Las posesiones anclan, hay que ser libres. El dinero es para vivir experiencias no para atesorar pertenencias. Compro, uso, regalo o desecho. Adiós. Qué sigue.

Tienen amigos que en otro tiempo hubieran descartado y mascotas sin pedigrí que adoptan o recogen de cualquier esquina. Es lo único que vale. Todo lo que hicimos los adultos que los engendramos está todomal todomal todomal.

Estilo de vida

Dentro de ese todomal, está la alimentación y los hábitos de movilidad. Quinoas, garbanzos y lentejas acometen las mesas cotidianas y quieren imponérnoslos en lugar de un buen trozo de vaca que no pienso abandonar. Tocino maldito, leche veneno, gluten de satanás… todomal.

Yoga, meditación y bicicletas. Los que fuimos hijos sobre protegidos que no aprendimos a andar en ellas ya nos fregamos.

Se acabó el cigarro, se acabaron las marcas trasnacionales y los súpers de cadena. Viva el mercadito de barrio, la cerveza artesanal y la mota.

Todo cambió.

Los negocios entre particulares emergen como lluvia de estrellas. Parte del ya no querer hacer ricos a otros. Mi propio negocio aunque no tenga beneficios sociales. Vivo al día y así estoy bien. Uber y Airbnb, BlaBla y el que surja esta semana.

¿Y entonces?

Todo cambió. Amo el tiempo actual. Darme cuenta de todo ello, tratar de aprender de cada persona, de cada experiencia, de cada contacto, de cada app.

No entiendo, entonces, por qué los políticos y funcionarios siguen haciendo las cosas como en el siglo 19. No se han dado cuenta que el futuro ya llegó. Están tan encumbrados y tan preocupados por sus mansiones, sus séquitos y su podercillo temporal, que cuando el destino los alcance, seguramente los va a arrollar y los va a dejar como perrito atropellado que nadie va a querer adoptar. Esos sí, todomal.

¿Qué tanto has cambiado, querido lector? ¿ya te adaptaste o te sigues aferrando? Mándame tus comentarios por correo o Twitter @LaBreton… Y el que quiera objetar, qué objete. Besito mua.

Y el que quiera objetar, qué objete. Besito mua.

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