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Fernanda Ramirez

De rumores médicos en el WhatsApp y otros virus nocivos

Los servicios de mensajería, sobre todo WhatsApp, que a la fecha cuenta con la abrumadora cantidad de mil millones de usuarios a nivel global, se han convertido en los vehículos perfectos para que rumores de cualquier tipo se propaguen a la velocidad de la luz.

Los servicios de mensajería, sobre todo WhatsApp, que a la fecha cuenta con la abrumadora cantidad de mil millones de usuarios a nivel global, se han convertido en los vehículos perfectos para que rumores de cualquier tipo se propaguen a la velocidad de la luz.

La función de los grupos de usuarios de esta aplicación permite un terreno aún más fértil para que información imprecisa, sin confirmar o descaradamente falsa, circule descontroladamente entre los miembros que rara vez se dan a la tarea de verificar si lo que están compartiendo es verídico o es uno de los tantos inventos producto de la imaginación de personas con bastante tiempo libre.

Aquí les comparto como ejemplo, una advertencia que recientemente circuló por más de un grupo de WhatsApp al que pertenezco, y que es la muestra perfecta de que el rumor florece en el campo de la desinformación y del temor; este es el mensaje que recibí en varias ocasiones y que transcribo de forma literal:

FYI hola venimos a ver al Dr. Decanini y nos dijo que hay una contaminación espantosa (niveles pandémicos) en pescados y mariscos. Que la secretaría de salud no la declara por no dañar a la industria, pero que el ABC está lleno de pacientes con problemas gastrointestinales, infecciones, etc y que ya a habido muertes… que ahorita pescados y mariscos ni en foto (así literal nos dijo)

Cuando un rumor escandaloso como éste llega a cualquier individuo, la primera reacción del receptor suele ser de alerta; su instinto de supervivencia lo pone en la necesidad de advertir a las personas de su entorno, y es cuando comúnmente suele compartirlo sin analizar desde el raciocinio si los datos tienen al menos un gramo de verdad.

Sin embargo, si nos detuviéramos a analizar el párrafo enviado, automáticamente detectaríamos signos de ambigüedad que nos obligarían a cuestionarnos la veracidad de la información: “Venimos a ver al Dr. Decanini” (¿Quién fue a dicha visita y por qué razón no se presenta para adjudicarse una afirmación tan delicada?) “Hay una contaminación espantosa, niveles pandémicos, (una pandemia se refiere a un alarmante número de víctimas que difícilmente podrían ocurrir sin trascender a los medios de comunicación y a la población. “La Secretaría de Salud no la declara para no dañar a la industria” (¿A qué industria? ¿A la pesquera y acuícola o a la hospitalaria? ¿Con qué objeto el Estado omitiría una alerta roja que detendría los contagios y una situación mayor?).

En este caso, en el que fui testigo directo de la propagación de esta información a todas luces falsa, tuve la fortuna de contar entre mis amistades a una persona cercana al Doctor César Decanini, un afamado especialista gastroenterólogo de la Ciudad de México a quien citan como el presunto autor de la advertencia. Mi contacto entonces desmintió inmediatamente la aseveración y pidió a los miembros del grupo que evitaran la propagación del infundio.

Incluso el hospital ABC, al que también hace referencia el rumor, se dio a la tarea de distribuir un comunicado en el que niega la información; aclaración que dicho sea de paso gozará de mucho menos impacto y viralización, que el impacto masivo que tuvo el mensaje original.

El ejemplo es uno de tantos que podríamos traer a cuenta para demostrar la impetuosa y primitiva necesidad que tenemos, como humanidad, de propagar aquella información que interpretamos como necesaria para cuidar nuestra supervivencia como especie.

No obstante, también demuestra la carencia de sentido común y ética que tenemos como usuarios de redes sociales y servicios de mensajería, lo que nos coloca en un panorama en el que solemos creer cualquier información proveniente de una fuente desconocida, sólo por el carácter de alerta que se le ha impregnado.

Las consecuencias pueden ser muchas, la histeria colectiva es un ejemplo de lo que un rumor puede ocasionar, tal como ocurrió en enero de este año cuando en redes sociales se hablaba de una revuelta social, de una revolución y hasta de un golpe de estado; exagerando de este modo las protestas por el aumento a los combustibles en México.

Infundados o no, los rumores siempre reinarán al interior de grupos de pertenencia, existen desde el inicio de la comunicación humana y seguirán existiendo, pero representan uno más de los riesgos que puede tener nuestra interacción digital, a la que aún nos estamos adaptando como humanidad.

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