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Abraham Geifman

Publicidad perversa

En el mundo de las Relaciones Públicas existe una práctica desde tiempo atrás, llamada para muchos “publicity”, “Native Advertising” o, en términos coloquiales: Publicidad disfrazada de contenido editorial.

El uso de este recurso de comunicación solía manifestarse en medios como prensa, a través de las populares gacetillas, o a modo de “infomerciales” en TV y Radio.

Los medios digitales han acentuado esta práctica, pero llevándola ya a niveles de controversia.

A continuación podrán apreciar un video que recientemente circuló en redes sociales con alto nivel de viralidad. Se trata de un aparente reportaje noticioso en el que un avión con problemas en su tren de aterrizaje es rescatado por una camioneta Nissan que logra acelerar sobre la pista de aterrizaje para permitir que el avión monte sus neumáticos en la parte trasera de la camioneta.

A simple vista es muy fácil creer que se trata de una noticia real, y no dudo que muchas personas poco observadoras hayan caído en la trampa, pero incluye una muy discreta mención hacia la camioneta Nissan Frontier. Se trata de una gran producción, con gran cinematografía y edición, que nos hace dudar por un momento si se trata de algo real o no (aunque incluye una pequeña leyenda que menciona su falsedad).

Lo anterior nos lleva a una delgada y controvertida línea entre la verdad y la mentira, espacio de grandes tentaciones para el publicista, pero que daña seriamente a los medios de comunicación y al manejo ético de las marcas.

Hablar de ética en la publicidad nos conduce en primera instancia a los mensajes de comida chatarra hacia niños o la forma en la que exageramos los atributos de un producto. Sin embargo esto es potencialmente más grave. Engañar al consumidor con publicidad que se asemeja peligrosamente a contenido real representa una práctica perversa que podría demeritar a una marca y a su medio.

Y por encima de proponer un control sanitario “adicional” sobre publicidad o un marco regulatorio, resulta interesante estudiar el caso, y como profesionales del marketing identificar y asumir las consecuencias de llevar a cabo estas prácticas, ya que un consumidor engañado o confundido puede responder ferozmente en consecuencia (recordemos que el consumidor tiene nuevos y potentes foros de expresión).

Hasta donde tengo conocimiento el caso de Nissan que ilustré fue transmitido únicamente por medios digitales, que si bien son más permisivos, son más susceptibles a la incredulidad de sus lectores. Este video ha sido visto por 2.8 millones de personas, y quizás la consecuencia de haberlo creído como real no lleve a ninguna crisis mediática. Sin embargo, el continuar con este tipo de prácticas podría desencadenar eventos más delicados.

No deseo sonar como “amargado”. Aplaudo la creatividad y genialidad de este ejemplo, pero en mi opinión, tanto marcas como los medios deben evitar que esta delgada línea entre la verdad y la ficción no sea transgredida.

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