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Arturo Mora

Por un puñado de dólares

Los premios Oscar se otorgan por la calidad de las películas en cada una de sus categorías. Pero también es otra ventana publicitaria para que cada una de ellas se muestre a toda la gente como un producto de alta calidad.

“¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!”,
GROUCHO MARX.

Ya viene la entrega de los Oscar. Y no podemos evitar relacionar el evento (y otras premiaciones que ya han ocurrido desde el inicio del año) con los resultados económicos que todavía tiene el cine, a pesar de la piratería.

Resultados que son impulsados por las acciones que llevan a cabo en materia de publicidad, relaciones públicas y promoción.

De acuerdo con la Motion Picture Association of América, en un reporte dado a conocer el 2016, en el último año obtuvieron ingresos por más de 38 mil millones de dólares. Una cifra que aumentó un 5% en relación al año pasado.

De esa cantidad, $11.1 mil millones corresponde a Estados Unidos y Canadá y $27.2 mil millones corresponde al mercado internacional.

Números que son muy interesantes para la industria. Un negocio que cada año saca nuevos productos cinematográficos que se garantizan ya como éxito comercial meses antes de sus estreno. ¿Gracias a qué? Sobre todo gracias a sus actividades de comunicación de mercadotecnia que dejan preparado el camino para que sean vistas por millones de personas a nivel internacional. Lo de la “calidad” de las películas lo dejamos para otro momento y para opiniones de los críticos especialistas en cine.

¿Cuántas veces no hemos visto grandes trailers de películas, que nos emocionan con dos minutitos de avance, y cuando vemos la película completa nos quedamos con cara de “what”? Muy buena publicidad, muy malo el producto final. Mala, e incoherente, fórmula para el negocio.

Yo tengo mi opinión como constante visitante a las salas para ver todas las películas que puedo y tengo mis dos puntos de vista: como “usuario del cine” y como publicista. El primero, en el que estoy convencido que no todos los productos, aunque vendan mucha taquilla, garantizan que sean los mejores y el otro, en el que estoy convencido que ese negocio redondo es un campo fértil para la publicidad desde hace muchos años y hasta la fecha.

Los premios Oscar se otorgan por la calidad de las películas en cada una de sus categorías. Pero también es otra ventana publicitaria para que cada una de ellas se muestre a toda la gente como un producto de alta calidad, nada más por estar nominada. Las noticias de los probables ganadores a los premios corren desde hace meses y eso ya representa un aviso para que las personas acudan al cine para ver cada una de ellas, tan solo porque están nombradas como las mejores en cada una de las categorías. La sorpresa, para bien o para mal, se la llevan adentro de las salas, con palomitas en mano, confirmando en cada opinión personal, si son dignas de Oscares o de plano son “películas/plomo” que nadie sabe por qué las nominan.

Los resultados económicos, gracias a las ventas en taquilla, están ahí. Se darán cuenta que no necesariamente son todas de Oscar. (Datos tan solo del mercado de Estados Unidos), Se señala la película y su ganancia desde su estreno hasta el día de hoy:

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Los datos anteriores señalan a los 10 lugares arriba de la lista de ganancias.

Nos muestra que el mercado del entretenimiento en el cine vende muy bien todavía, a pesar de la competencia que tiene, con las plataformas streaming, con muy buenos productos propios en películas y series, y con la piratería.

Todos aspiran a tener ganancias mundiales como las que tuvo Avatar, por ejemplo. Con un presupuesto de $425 millones de dólares ganaron a nivel internacional en taquilla $2,783,918,982.

Parece que fue un buen negocio, ¿no?

Pero lo que me reconforta es que no solo hablamos de dinero cuando nos referimos al cine. Hay un trabajo creativo y de producción muy importante en la industria y que no necesariamente tiene que estar en los cuernos de la luna y ganando millones y millones de dólares. Deja de ser tan solo un negocio para seguir tomando su personalidad que se merece y que ha tenido desde su nacimiento: es Arte.

Arte audiovisual que se replica, por ejemplo, en la obra de un gran diseñador, Kevin Tong, un ilustrador de Austin, Texas, que ha reinterpretado en sus carteles grandes obras cinematográficas que pueden ser la envidia de cualquier publicista/diseñador dedicado a la difusión cinematográfica.

Aquí una muestra de su obra:

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