Santiago, Chile.- Estamos acostumbrados a potenciar las ventajas del producto, a destacar lo mejor de él y a ratos a sobre valorarlo. Por una parte, es una forma lógica de “jugársela” por la marca y muchas veces, esa imagen es tomada por la empresa  para optimizar lo que ofrece a modo de consecuencia. Sin embargo no sucede lo mismo con las personas.

Cuando el producto somos nosotros, tenemos una responsabilidad absoluta por lo que somos y cómo nos promocionamos. Claro que es fácil caer en la tentación de creer que lo podemos todo y de mostrarnos como lo mejor del mercado, aún cuando no lo seamos. A veces creemos sinceramente que somos la mejor opción; otras, la ambición puede más.

Pero ¿dónde está el peligro? En los resultados. Tarde o temprano las verdaderas capacidades van saliendo a la luz y con ellas quedan de manifiesto las que faltan.

Conocí a un hombre que agregaba tres años de leyes en su currículum vitae porque alguien le había dicho que si no incluía una carrera profesional en su hoja, nadie lo iba a contratar. Trabajaba como vendedor y la mentira siempre fue carga, más aún cuando comenzaron a pedirle asesoría legal y no era capaz de entregarla.  En un momento, la renuncia fue la única salida

Recientemente he escuchado de un par de casos similares, pero quiero ir más allá en el tema. No se trata de acciones tan extremas como inventar una profesión, sino que es necesario tener cuidado con las expectativas que generamos. Entre “decir” y “hacer”, hay un camino largo. Los triunfos toman tiempo y sólo pueden conseguirse cuando el “decir” está avalado por habilidades reales, conocimientos sólidos y experiencia en el campo laboral.

En tiempos de redes sociales, resulta fácil promoverse, pero así también conocer la verdad de cada uno está a un click de distancia. Y no sólo eso, salvo los que contratantes que realmente no quieran ver la verdad, el entorno siempre descubrirá qué hay detrás de esa oferta tan magnánima, sino no es coherente con su actuación, ni con la consecución de los objetivos. Entonces, es muy probable que los colaboradores le den la espalda y el castillo de naipes se derrumbe.

Es bueno “vender lo mejor de uno”, pero hacerlo con la seguridad de que, en el momento de las evaluaciones, el resultado será consecuente con la oferta.  Si no lo es, por muy hábil que sea quien se auto promueve, el tiempo se encargará de mostrar sus verdaderas capacidades y se habrá arrepentido de ofrecer demasiado. Además, como dice una vieja frase anglo  “voy a ser yo, porque ser falso toma demasiado trabajo”.