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Fernanda Ramirez

La coctelería y el marketing sensorial

Los cocteles son un símbolo de la mercadotecnia, cada uno posee características únicas que buscan la competencia frente a los demás: el coctel adopta la personalidad del consumidor y el consumidor adopta la del coctel. Haciendo a un lado los géneros, nunca será lo mismo alguien que elige una margarita en un bar, a la que ordena un bloody mary o alguien que pide un martini “agitado, no revuelto” como prefería un elegante James Bond.

Los cocteles son un símbolo de la mercadotecnia, cada uno posee características únicas que buscan la competencia frente a los demás: el coctel adopta la personalidad del consumidor y el consumidor adopta la del coctel. Haciendo a un lado los géneros, nunca será lo mismo alguien que elige una margarita en un bar, a la que ordena un bloody mary o alguien que pide un martini “agitado, no revuelto” como prefería un elegante James Bond.

Pero hablar de los cócteles, un asunto que podría sonar anticuado y fuera de contexto, no es un asunto gratuito. Para una persona que no es afecta a beber alcohol podría resultar ajeno un análisis que tenga que ver con la coctelería, pero alguien amante de la buena mesa y los mejores tragos no podrá desmentir que los cócteles se encuentran viviendo un interesante revival a nivel mundial. Los bartenders de todo el mundo son testigos y protagonistas de una moda in crescendo por los tragos preparados, entre más coloridos, vistosos y escandalosos en boca, mejor.

No sería un error afirmar que cada coctel es un producto y por lo tanto es posible hacer un análisis mercadológico del mercado de la coctelería. Cada coctel compite con los demás y busca posicionarse frente a su competencia y para ello hace uso de los recursos de la mercadotecnia sensorial, la parte del marketing que busca que las marcas ofrezcan a sus consumidores una experiencia sensorial difícil de olvidar para el público objetivo.

Cada coctel está diseñado para lograr una atracción con los cinco sentidos. El más fácil de explotar, por su puesto, es el sentido de la vista: un cosmopólitan de color rosado intenso tiene más posibilidades de atraer la vista de cualquier consumidor, que un mojito que es transparente con un poco de color verde. Unos hielos haciendo su característico sonido al chocar con el cristal del vaso puede ser algo irresistible para quienes gustan de los tragos en vaso corto o simplemente de bebidas on the rocks.

El gusto y el olfato, los dos sentidos que mayormente se pretenden satisfacer al beber un buen coctel son los responsables de que el bebedor conserve su preferencia por tal o cual mezcla. El olfato es el sentido más memorable, el que más recuerdos y emociones despierta en el consumidor, por lo que cada que un fanático de las bebidas vuelve a oler el aroma de su bebida favorita, se remota a la primera vez que la probó.

Y es que a pesar de las eternas advertencias de que el alcohol es dañino y destructivo, la realidad es que a la humanidad no se le ve ni gramo de intención por renunciar a las mágicas mezclas preparadas con tequila, whisky vodka, ron o a cualquier bebida que aporte al cuerpo una relajación necesaria.

Para muestra, podemos citar el reporte sobre el estado global del alcohol y la salud de la Organización Mundial de la Salud, que afirma que en México se consumen al año un promedio de 7.2 litros de alcohol por persona, posicionándonos como el décimo lugar en Latinoamérica en consumo de alcohol, por debajo de países como Chile, Argentina, Venezuela y Brasil.

Las bebidas alcohólicas preferidas por los latinoamericanos son la cerveza con un 53 por ciento del consumo, los licores como el ron, vodka, whisky, tequila, etc. con 32.6 por ciento y un 11.7 por ciento  de vino.

Hablar de tragos es hablar de modas. Los barmans bien saben que tal o cual trago cobra un significante interés en los bebedores que puede durar pocos meses o hasta años. En los noventa, por ejemplo, los asistentes a los antros preferían los cocteles hechos a base de vodka, como el “moradito”, que no era más que vodka saborizado con jugo de uva, con la cantidad de calorías que esto implicaba para los chicos de aquel entonces.

Hablando de saborizantes, no es lo mismo beber un buen licor mezclado con cualquier saborizante barato a preferir mezclarlo con un saborizante de calidad. Una buena opción son los saborizantes Routin 1883, cuya composición es tan saludable como sofisticada, pues está hecho casi en su totalidad de agua obtenida de los Alpes franceses y el resto de ingredientes naturales.

La industria de los saborizantes es otro tema interesante del que poco nos ponemos a pensar. Tan solo en México el año pasado generó 85 mil empleos, según cifras del INEGI. Es una industria que genera poco más de 30 millones de pesos. Mucho del éxito en el ramo se basa, precisamente, en la preparación de cocteles, que según las tendencias, seguirán ganando terreno en las preferencias de los jóvenes y no tan jóvenes bebedores.

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