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Camila Gonzalez

Internet, gracias. Atte: Ayotzinapa, todos

Me ponía yo a pensar en tantas miles de situaciones de conflicto, guerra, desapariciones, injusticias y abusos por parte de los gobiernos. La historia no acabará nunca de contar el daño que nos hemos hecho los humanos: los humanos que ostentan el poder contra los que lo padecen… Nosotros, las personas comunes y corrientes, los civiles, los ciudadanos, hemos sido puntos aislados, vulnerables e impotentes frente a la avasalladora fuerza del poder por lograr sus objetivos económicos y políticos, por más y más poder.

Me ponía yo a pensar en tantas miles de situaciones de conflicto, guerra, desapariciones, injusticias y abusos por parte de los gobiernos. La historia no acabará nunca de contar el daño que nos hemos hecho los humanos: los humanos que ostentan el poder contra los que lo padecen… Nosotros, las personas comunes y corrientes, los civiles, los ciudadanos, hemos sido puntos aislados, vulnerables e impotentes frente a la avasalladora fuerza del poder por lograr sus objetivos económicos y políticos, por más y más poder.

El poder, así es, la gran adicción de la humanidad. A nombre suyo siempre la mayoría hemos padecido el dolor por los muertos y desaparecidos, por la pobreza y la angustia hacia el no porvenir, por la falta de oportunidades y las estúpidas desigualdades sociales.

Pero bueno, me enfoco en el tema que quiero comentar. Si algo más hay que agradecerle a Internet y su alucinante capacidad de aglomeración es la herramienta sin precedentes que constituye para llamar, unir y facilitar la creación de movimientos sociales, como ha sucedido en los últimos años, por ejemplo, con los indignados de España y los manifestantes de la primavera árabe.

Sin más, sí, ahora me refiero al detonante de lo sucedido con los chicos de Ayotzinapa aquí en México, que además de ser un hecho profundamente indignante y doloroso, se ha convertido en un remezón para este país, que ha traído la podredumbre del crimen, la corrupción y la violencia tejidos en una suerte de silencio cotidiano.

La reflexión de fondo va a que la potencia y el poder de congregación de las redes sociales en un evento como éste nos reivindican sin duda con la red transgresora de distancias. Y, no sé si estén de acuerdo conmigo, pero sentir que somos miles los indignados, los que posteamos, nos informamos, salimos a marchar y nos tejemos en la red de los medios sociales virtuales, le aporta sosiego a la situación, a este supuesto sin salida.

Más que enormes cifras de audiencia, se pone la piel de gallina al dimensionar el significado de que en Twitter, por poner un ejemplo, ha habido en México y el mundo cerca de 15 “trending topics” asociados a Ayotzinapa, y que se calculan más de un millón de mensajes a manos de 350 mil personas, que además han sido vistos por 60 millones. ¿Por 60 millones? Es medio México, un montón de gente…

Ahí es cuando, de alguna manera, se quita el temor y la sensación de pequeñez e impotencia frente a quienes nos gobiernan o a los mismos sistemas, y nos cae el veinte de que el poder somos la mayoría, ¡tenemos que serlo! Miles hemos estados pegados a nuestros tecladitos alrededor de #TodosSomosAyotzinapa y #YaMeCansé, y eso tiene una importancia que debe pasar, repercutir, de los hashtags a las acciones.

Es que en otras épocas, en períodos de conflictos y crisis de muchos tipos, la gente común y corriente terminaba aplastada por los sucesos, sin entender siquiera a ciencia cierta lo que estaba pasando. La gente actuaba de forma individual, quizás expresaba su punto o contaba su historia en su círculo cercano, y luego leía en la prensa otra historia que nada tenía que ver con la que había vivido en carne propia.

Así, el hecho de que hoy seamos las personas normales también fuentes de información, y de opinión, es un paso enorme en la historia de la comunicación humana y del periodismo. Nosotros tenemos voz. Los sucesos no se restringen únicamente a la, muchas veces fría y distante, versión oficial, a la que le encantan las cifras y los cálculos, pero cifras sin rostro.

Ese darle visibilidad a los rostros, y que cada vez más no sean sólo “43 normalistas”, sino la voz de todos los que no queremos que nos desaparezcan las voces y las ganas de movernos por México, tiene origen, en mucha medida, en las posibilidades de acercamiento que nos han dado las redes sociales.

Y bueno, ya se verá si estos movimientos sociales que se fundan en la “digitalidad” -y están movidos por la fuerza indudable de las vísceras- se van a transformar en propuestas ciudadanas aterrizadas y alternativas de nación. Confiemos en que 45 mil tuits que se generaron alrededor de #AccionGlobalPorAyotzinapa, y que según Merca 2.0 derivaron en una exposición de cerca de 87 millones de impresiones en la red social, no se queden en la nube.

Si no se quedan en la nube y en los post, si trascienden y pasan cosas, las ganas que muchos tenemos de llorar, de salir corriendo, de gritar, pueden quizás redimirse con algo más que la mera sensación de unión que, igual, brinda alivio en el corazón, como calorcito en medio de tanta incertidumbre y rabia.

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