Por Camila González
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Esa idea de que los medios rivalizan y viven en un estire y afloje en el que uno le quita la atención al otro ya parece que sabe a viejo. Esas dos, nuestras compañeras incansables del vivir cotidiano, sí, me refiero a la enigmática “red” y a la, bueno, por qué no decirlo, sensacional televisión, poco o nada se odian.
Cada día desaparece más esa supuesta enemistad entre medios, en términos del uso del tiempo para la mercadotecnia, y se difumina el concepto de medios para convertirse en el de plataformas donde encajan uno u otro contenido. Los programas de la tele se pueden ver en el celular, la radio se oye a través de Internet, los periódicos se leen digitalmente y navega desde el televisor.
Hoy la tele y la Red incluso se cuidan una a otra. Una investigación de ConsumerLab de Ericsson dice que 83 por ciento de los internautas están en las redes sociales (Twitter y Facebook) mientras ven la televisión; y que 79 por ciento ha “chateado” con alguien mientras ve algún programa televisivo.
Otro estudio alemán de A.T. Kearney concluyó que 13 por ciento de los televidentes intercambia comentarios en las redes mientras tiene sus ojos puestos en la pantalla chica; y 8 por ciento informa y lee sobre lo que ve en la televisión en blogs, foros y social media.
Así las cosas, se pone en el ruedo otro tipo de relación entre medios: ¿una suerte de competencia que se funde en alianza? Y esa convergencia de las dos pantallas coronará cuando llegue el auge de televisores inteligentes capaces de leer la señal televisiva y vincular sus contenidos con lo online. Se podrá, por ejemplo, estar en Facebook mientras el aparato reconoce automáticamente el programa que uno está viendo para publicar posts de esa información.
¡Qué locura! Y qué miedo… la tecnología nos dejará poner contenido en los perfiles desde el televisor, definir la programación y hasta seguir lo que los amigos de las redes están viendo.
Pues sí, ya no hay medios, hay contenidos; y hacia allá apunta este desquiciado devenir. La tecnología replantea las líneas conceptuales y relativiza el asunto de las audiencias y por ende, de los perfiles.
El quid será comprender las vías y saber que el consumidor estará cada vez más segmentado, no por pantallas ni por tiempos, sino quizás por amores y desamores. Así volvemos loca a la mercadotecnia. ¿Por qué no si ella no siempre tiene compasión de nosotros?
El punto es tener claro que al final, la televisión e Internet muchas veces se van juntas a la cama…
