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Alvaro Rattinger

El primer paso para arreglar la economía mundial

La propuesta de Lanier es interesante pero no acaba de explicar la ejecución exacta de sus ideas, para el autor todos nos convertimos en un producto que tiene valor a partir de la información que generamos y por ese simple hecho debemos recibir micropagos. Ya existe un precedente, un grupo de medios en Alemania busca que Google pague el 11 por ciento de sus ventas que son generadas a partir de las búsquedas de noticias de dichos medios.

Por Alvaro Rattinger
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El modelo económico mundial ha fracasado en la esfera digital. Hoy nos encontramos frente a una nueva amenaza de grandes monopolios que pueden determinar el curso de un mercado e impedir la entrada de nuevos jugadores. Los gobiernos a nivel mundial se preocupan por regular industrias existentes y han –en la mayor parte de los casos– ignorado el problema creciente de los monopolios digitales. El capitalismo se ha traducido de manera muy pobre a la esfera digital, por lo menos así lo ve Jaron Lanier.

Este autor es un “tecnólogo” optimista y uno de los grandes precursores de Sillicon Valley. Consultor de grandes empresas del ramo y autor del libro Who Owns the Future se ha convertido en uno de los más valientes al hablar de los problemas económicos causado por la revolución digital. En un texto escrito en Junio del 2013 para el New York Times, Lanier toca un punto que sacudió a muchos: hay dos tendencias que se contradicen en la actualidad: el uso de sistemas de cómputo centralizados sacuden industrias y reducen el poder de empresas gigantes con sólo un tweet y por otro lado el nivel de inequidad a nivel mundial sube estrepitosamente y las perspectivas laborales cada vez son peores.

El coeficiente Gini (una medida de la desigualdad ideada que normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos dentro de un país) de la Unión Americana en 2010 fue .469 y México .472. Según esta métrica el número 0 es un nivel utópico en el que existe total igual de ingresos y 1 se daría en el supuesto de que una sola persona acumula todos los ingresos. Es decir se prueba el punto de Lanier, el nivel de desigualdad no ha disminuido en la medida en que la información e internet se ha hecho libre.

El objetivo de la revolución digital siempre ha sido –en los ojos de los idealistas– hacer que la información sea libre y que nada ni nadie se interponga entre una persona y su deseo de comunicar o informarse. Se confunde la libertad con la gratuidad de la información, es decir, los consumidor pensamos que debemos acceder a todo de manera libre sin un intercambio monetario. Cualquier persona que se considere informada en temas de cultura digital sabe que nada es gratis en internet, pagamos con nuestra información personal y hábitos de consumo.

Desde la óptica de mercadotecnia este fenómeno podría parecer benévolo; sucede todo lo contrario. Lanier critica la búsqueda eterna de contracción de mercado a través de tecnología disruptiva, en otras palabras, utilizar internet para poner de rodillas a empresas de mayor tamaño. A través de esta práctica se destruyen empleos y se reemplaza un monopolio en una industria con uno mayor en el espacio cibernético. Según el autor el futuro estará en manos de las empresas que tengan el mayor poder de cómputo a su disposición y que acumulen grandes volúmenes de información de los usuarios con el fin de encontrar constantes ventajas en el mercado.

La información tiene mucho valor

Si algo ha dejado claro Google es que la información tiene un valor inmenso. A partir de la información creada por los usuarios se ha creado una economía que suma los billones de dólares americanos. Lanier propone que esta información no sólo transfiera dinero a los grandes poderes cibernéticos, también busca que los usuarios sean retribuidos. Dicho de una manera simple si una persona crea un video y se sube a youtube debe recibir una suma de dinero –por lo menos pequeña– del valor que genera para la empresa. Hoy esto sucede en algunos casos pero no es un fenómeno generalizado. La propuesta del autor es interesante ya que busca retener el reconocimiento de autoría de cada pieza de información creada en internet, en cierta medida un usuario tendría un ingreso pasivo por el simple hecho de usar redes sociales.

En México y en todo el mundo

Según la óptica de Lanier la información es la materia prima de empresas de social media, me parece que este concepto se entiende bien entre los internautas mundiales. Su texto implica un problema mayor, si la información es materia prima podría pensarse –por ejemplo– que una empresa como Facebook se ha beneficiado de manera desproporcional de propiedad intelectual en México. Todos aceptamos ceder en alguna medida nuestros derechos al inscribirnos a Facebook (sólo basta leer las letras pequeñas); sin embargo, resulta interesante pensar que los ingresos generados por la información de Mexicanos – o cualquier otro país – no han beneficiado mucho al mercado local. La lógica resulta intrigante, según el sitio Statista, México ocupa el quinto lugar en usuarios de Facebook. Si se considera la información materia prima hay potencialmente una fuga de contenido generado por la nación. Lanier toca de manera superficial un tema importante, si lo usuarios no son partícipes de lo ingresos generados a partir de su información los gobiernos tendrían que encontrar una forma de gravar esos ingresos y regresar el beneficio a la sociedad. El autor describe estas medidas como “presas” que ayudan a proteger al consumidor de la eventual pérdida total del sustento.

Statistic: Leading countries based on number of Facebook users as of April 2013 (in millions) | Statista
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La propuesta de Lanier es interesante pero no acaba de explicar la ejecución exacta de sus ideas, para el autor todos nos convertimos en un producto que tiene valor a partir de la información que generamos y por ese simple hecho debemos recibir micropagos. Ya existe un precedente, un grupo de medios en Alemania busca que Google pague el 11 por ciento de sus ventas que son generadas a partir de las búsquedas de noticias de dichos medios. Al momento este caso se disputa en tribunales pero podría significar una nueva era en la que los creadores de contenido (corporativos o particulares) se puedan beneficiar de su propiedad intelectual.

Este texto ha generado bastante interés en la Unión Americana y Europa, pero contiene –en mi opinión– faltas importantes estructurales para resolver el problema económico generado por un exceso de acumulación de poder en unos cuantos servidores de internet. No creo que estemos en un camino necesariamente catastrófico en el que la clase media está destinada a desaparecer, creo que el modelo tiende a corregirse de manera gradual y me considero más afin a la idea de un fenómeno cíclico en los medios de comunicación propuesto por Tim Wu en The Master Switch.

Sin embargo, no puedo dejar de aplaudir el esfuerzo en proponer un nuevo modelo económico que busque un balance entre información, propiedad y remuneración que busca enaltecer la creatividad humana sobre cualquier beneficio corporativo.

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