“Lo tenemos”, lanzó Peña Nieto al ciberespacio. Y todos, sin haber leído el resto de palabras que contenía ese tuit, sabíamos que se trataba de El Chapo, ¿de quién más?. 

Con la recaptura de Joaquín Guzmán Loera se escribe otro capítulo en esta historia de capturas, persecuciones, asombrosas fugas, declaraciones y encarcelamientos protagonizada por el líder del Cártel de Sinaloa y por los últimos gobiernos mexicanos desde su primer arresto, ocurrido en Guatemala el 9 de junio de 1993, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Fue trasladado al penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco dos años más tarde y ahí permaneció hasta el 18 de enero de 2001, cuando ya era presidente Vicente Fox Quesada. Precisamente, uno de los momentos más oscuros de la presidencia foxista fue la fuga de El Chapo del penal de Puente Grande, según dicen, escondido en un carrito de lavandería. Afortunadamente para Fox, en aquél momento todavía no había redes sociales.

En los 11 años que siguieron a aquella fuga, el mito de El Chapo Guzmán no sólo cobró notoriedad, sino que se alimentó de leyendas urbanas, historias de gente que contaba que lo había visto aquí y allá, y por supuesto, una “Guerra contra el narcotráfico”, medida insignia del sexenio de Felipe Calderón, durante el cual el Chapo nunca pisó la cárcel.

De hecho, fue durante ese lapso de “libertad” que Guzmán fue incluido en dos importantes listas que, por su significado constituían la ironía perfecta: la del FBI y la Interpol de los 10 criminales más buscados del mundo, y la de los hombres más ricos del planeta, de la revista Forbes, en la que se estimó que el capo tenía una fortuna de mil millones de dólares.

No fue sino hasta febrero de 2014, a catorce meses de que Enrique Peña Nieto estrenara la silla presidencial, que Guzmán Loera volvió a ser capturado. Esta vez en su natal Sinaloa, en un operativo que fue difundido por las autoridades como el primer gran éxito del entonces nuevo presidente que en el frenesí mediático llegó a declarar que una nueva fuga de Guzmán sería “imperdonable”. Junto con la promesa de acometer una serie de reformas estructurales que traerían prosperidad al país, Peña Nieto gozó por algunos meses del dulce beneplácito de los medios, sobre todo extranjeros, que llegaron a nombrarlo salvador de México.

En aquél momento las redes sociales dieron un impulso adicional a esa victoria. De acuerdo con los registros de Merca2.0, el 22 de febrero de ese año, la detención de Guzmán se convirtió en un fenómeno en términos de exposición en redes sociales para Enrique Peña Nieto. Con 2,188,739 impresiones en los primeros 27 minutos tras darse a conocer la noticia. Un movimiento anormal –a la vez que positivo– para un sábado por la mañana.

A mediados del año pasado, habiendo ya pasado por los casos Tlatlaya, Ayotzinapa y el escándalo sobre “La Casa Blanca de Las Lomas”; y con los peores niveles de aprobación en la historia de los presidentes de México, Peña Nieto sufrió un golpe más: El Chapo se volvió a fugar. Esta vez por un túnel excavado desde su celda en el penal de máxima seguridad del Altiplano. Este episodio fue, en palabras de su número dos -el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong- una de las “peores crisis” de este gobierno.

Las redes sociales dieron cuenta de aquella crisis. La noticia de la fuga de Guzmán se convirtió en Trending Topic global con más de mil 125 millones 219 mil impresiones en Twitter.

Ahora, con el nuevo arresto de El Chapo, la lógica diría que la popularidad del presidente tendría que aumentar, y con ello las posibilidades de su partido para mantenerse en el poder más tiempo. Esto dependerá de la habilidad del equipo de la Presidencia para comunicar un mensaje victorioso y de la gestión que se haga del caso en los días que siguen.