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Camila Gonzalez

El precio de las desgracias ajenas: la industria de los videos virales

El teléfono a todos nos ha dado súper poderes. En muchos sentidos. Ahora todos somos periodistas y hasta policías. Tiene su lado altruista e interesante eso de cuidarnos entre sí como también el punto de ver más allá –mucho más allá- de las fuentes oficiales, pero el dilema que quiero poner sobre la mesa esta vez tiene que ver con una nueva industria que se nutre de empresas y transeúntes que graban videos de eventos, usualmente terribles, que les suceden a otros, y los venden para su “viralización”.

Estoy enfermo de Internet: 10 trastornos de la vida digital

Parece que me dedicara a enumerar todos los efectos negativos de esta era digital en nuestras vidas, pero no, resulta información que me encuentro y que ciertamente me preocupa. Voy a hablar de los padecimientos tecnológicos, que cada día nos agobian más, sobre todo porque me confieso “enferma de Internet” y puedo asegurar que una buena parte de los que me rodean también sufren de alguno de estos trastornos.

El límite difuso entre opiniones de influencers y publicidad camuflada

Entre los muchos retos y dilemas que nos viene causando la imparable digitalidad, la publicidad no se libera de la discusión. Llega a ser casi invisible la línea divisoria entre la promoción encubierta en redes sociales –me refiero a las opiniones pagadas por las marcas a influencers, llámense tuiteros, blogueros, facebokeros, instagrameros, pinteresteros, etc.- y las recomendaciones auténticas que estos líderes de opinión plasman en sus muros.

Mercadotecnia de la mentira: otra cara peligrosa de las redes

Ya no hay temas que los que surgen en las redes sociales. Ya no se habla ni se piensa en nada más. Pero lo más grave no es que los muros digitales impongan las agendas de opinión, sino que ya ni importa si son verdades o mentiras, o tonterías que a alguien sin oficio se le ocurrieron. Por ejemplo lo de la gimnasta mexicana y su peso. ¡Desocupados, irrespetuosos y envidiosos!

Existe una app para controlar la adicción a las aplicaciones

En medio del maremoto de las app, en que cuando uno ya baja una hay 15 más que hacen lo mismo y que, claro, son mejores, uno ya no sabe ni para dónde mirar, ni qué instalar, ni qué actualizar. No es exageración, ese maremoto nos está ahogando. Demasiadas posibilidades -muchas fantásticas, muchas inútiles y estúpidas-, pero sobre todo la sensación de no saber cómo hemos hecho para vivir sin que haya una aplicación que nos ayude para hacer cada cosa bien, nos mida hasta la última caloría del cuerpo o nos cuente las veces que pestañeamos.

Estamos tan solos que todo se lo decimos a Facebook

Suena como algo usual, pero es terrible. A Facebook le decimos todo: lo que comemos, lo que sentimos, lo que hacemos, pues sí, hasta lo que pensamos como el mismo Papá Facebook nos lo pregunta diariamente. Estamos definitivamente embrujados por los muros y la dinámica robótica de ser cada día más interesantes y más queridos por las manos invisibles que producen los necesarios likes.

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